La ermita de la Virgen del Paso, a orillas del Tebicuary mi,
Coqueto, ordenado, limpio; un pueblito donde la paz es tangible; un rincón paraguayo donde se siente la armonía. Claro, les hablo de Itapé, en el Guairá, a orillas del Tebicuary mi, el de las playas blanquísimas, el de los enormes dorados. Fui una vez más al pueblo como lo hago desde 1960 para llenarme de su magia, para entregarme a la Reina de aquel paso, junto a la balsa, la Virgen del Paso, esa Santa María, Reina de las reinas.
Visitar Itapé el 18 de diciembre, Día de la Virgen del Paso, no es lo mismo a un día como ayer, 11 de octubre. En el día de la Virgen aquello es un estallar de gente, romerías, de ocupantes en las sombras de las arboledas en toda la redonda de la ermita. Fui el 11 de octubre para sentir su vida pueblera, su intimidad.
Al intendente, Ignacio Rotela, le regalé unos libros de mi autoría y me dijo lo que dicen los de tierra adentro: “a las órdenes”, le respondí lo mismo, quedamos en seguir conversando. “¿Cómo ve a Itapé?”, me pregunta un joven que me atendió en la municipalidad, una casita, al costado de la iglesia San Isidro Labrador. Le dije que está hecha una ciudad pero me reservé lo que me produce este lugar: enamoramiento.
La Fiscalía de Itapé.
Bueno, soy de enamorarme con facilidad de los pueblos y cuando estos son más pequeños, más aún. Todo me enamora de Itapé: el canto estridente del gallo en medio del constante silencio; su escaso tráfico automotor, su aire limpio, su gente con ganas de sonreír al visitante y su saludo sincero y efusivo, sus casitas blancas, las mismas que conozco desde hace más de medio siglo, sus patios amplios donde conviven la familia, el pato, la guinea, las gallinas, los árboles frutales y, en el fondo, el chiquero, con un par de cerdos, cada vez más gordos y listos para la faena en diciembre.
Pero más me enamora la Virgen del Paso de Itapé; de ella sí que me fascina y tengo mis buenas razones. Ya les conté que esta buena Mujer me ha regalado su milagro aquel 18 de diciembre de 1960 y que les comenté en otro artículo en este blog. Ella me atrae a Itapé y no puedo negarme, voy a visitarla, la oro, agradezco y charlo un rato con Ella y, desde luego, aprovecho para energizarme con todo ese aire puro, extrañamente sanador, que existe en el entorno de su ermita verde limón.
La plaza, al fondo la iglesia. Serenidad, paz ...
En 1954 la imagen de la Virgen de Caacupé cruzó el Río Tebicuary para llegar al pueblo de Itapé. Antes, para llegar desde Asunción se debía cruzar el río, ahora ya no. Desde entonces la gente dice que la virgen María hace milagros en el lugar por lo que, de inmediato, se construyó un oratorio alto, con 13 escalones a orillas del río porque cuando crece el Tebicuary aquello se convierte en un extenso lago. Hay una placa en la ermita que recuerda aquel peregrinar de la imagen de Caacupé. Seis años después, yo experimenté el milagro de la Señora de Itapé.
Lo que ya sé, porque leí en una placa frente a la iglesia, es que el fray franciscano Buenaventura Villasboa se radicó en Itapé en algún momento entre los siglos XVII y XVIII amansando, vistiendo y evangelizando indios. Rafael Eladio Velázquez cuenta que la reducción de Itapé y al cuidado de los franciscanos se fundó en 1686 y que un tal José Bernardino Servín (1643 – 1705) tuvo participación decisiva en la fundación de este pueblo.
El centro Cultural de Itapé, aquí funciona una biblioteca pública.
Aquí nació un blibliófilo impenitente, al decir del profesor Luís G. Benitez: Adolfo Aponte (1874 – 1949). Poseía una de las bibliotecas más ricas del Paraguay, fue literato y filólogo, a más de abogado, parlamentario, ministro en el gabinete del doctor Eligio Ayala, presidente de la Corte Suprema, decano de la Facultad de Derecho y rector de la Universidad Nacional.
Me inspiré en él y llevé unos libros de mi autoría y regalé al intendente así como a la biblioteca del Centro Cultural de Itapé. Aquí me atendió un joven maestro cuyo apellido no es difícil memorizar, González; “bueno, le voy a ser franco, el director de la biblioteca ahora no está y yo estoy interinando”, me dijo a lo que respondí que no importaba, que lo mismo yo le entregaba los libros para la biblioteca.
Cuando estuve allí no había lectores, solo un joven que forma parte de un equipo encargado del censo poblacional. Los maestros y los libros son lo más importante para salir adelante, le digo; “sí, señor”, asiste. Esta biblioteca no sé cómo se llama, no pregunté, debiera llevar el nombre de Adolfo Aponte si ya no llama así.
Para escribir nada mejor que la paz, una biblioteca con los libros que uno leyó, relee y seguirá leyendo. Sueño con instalar un lugar modesto pero cómodo en Itapé para escribir las historias del pueblo, de la Virgen, de la gente del Guairá ¿cómo no inspirarse en semejante santuario de la paz como lo es este pueblecito ribereño?, además está en mi Guairá entrañable. Hay algo que me atrae a este rincón paraguayo que me tiene enamorado desde niño.
La iglesia San Isidro Labrador.
Me detengo en la plaza callada frente a la iglesia donde el santo patrón es San Isidro Labrador. El portal musgo del dorado templo está cerrado; dos campanas en sendas espadañas anuncian las misas domingueras y redoblan en el funeral y también proclaman el ángelus en su espacio inmenso por el sobre el pueblo, el río, los cañaverales y el ingenio cercano.
El largo corredor sacro de la iglesia con sus baldosas viejas rojas y negras y sus columnas en curvas me recuerdan a rigurosidades eclesiales de otros tiempos, de cuando el sacerdote oficiaba la misa en latín, de cuando nadie comulgaba sin previa confesión y las mujeres no participaban de la ceremonia sin velo en la cabeza, faldas por debajo de las rodillas y los pechos cubiertos pudorosamente.
Lo sacro de la iglesia en rojo, negro y amarillo.
¿Cuántos habitantes tiene Itapé? Pregunté al profesor González; ya debe andar por los 8.000 a 10.000 habitantes, responde.
Tomé la ruta que conduce de Coronel Martínez para llegar a Itapé. Las máquinas están trabajando en esta carretera que más temprano que tarde está completamente asfaltada. El empedrado avanza, lo mismo que la construcción de un puente de hormigón armado que sustituye a otro de madera. Son 22 kilómetros entre campos de pastoreo y de cañaverales. Cuando las obras viales terminen, desde Asunción a Itapé se podrá llegar en coche en menos de dos horas y media. Obras son amores…
La ruta Coronel Martínez - Itapé (22 kilómetros) próximo a ser asfaltada. Aquí, el puente viejo y la construcción del nuevo.
Itapé, esta capital de la fe guaireña, promete sorpresas a los que llegan a sus orillas. Si me preguntaran cual es la que descubrí no puedo dudar para responderles: la paz. Itapé es pura paz a tal extremo que los vecinos dejan hasta sus sillas, motos y coches frente a sus casas, en la calle, porque los marginales no se animan a violar esa paz. De todas maneras, la comisaría local está alerta para alojar a todo aquel que se anime a quebrantarla.
Las casas antiguas y sus patios solariegos, el asfaltado, la luz eléctrica en el pueblo de Itapé.
La paz se siente en Itapé. Hagan la prueba, vayan, visiten la ermita, oren, recorran las calles del pueblo y me darán la razón porque sentirán en su piel el sociego, el reposo, la armonía. Como siempre digo, no me crean, vayas ustedes mismos, experimenten, y después cuéntenme sus experiencias.
________ITAPE, GUAIRÁ, PARAGUAY
Fundación: 02/05/1686.
Fundador: Fray Buenaventura de Villasboa.
Población: 8.000 / 10.000 Habitantes.
Categoría: Municipio.
Ubicación: Orillas río Tebicuary mi.
Patrón: San Isidro Labrador.
Fiesta mayor: 18/XII, Virgen del Paso.
Barrios: S. Isidro, Dulce Nombre de Jesús, S. Francisco, Corazón de Jesús, Inmaculada Virgen del Paso.
FUENTES: Wikipedia, datos propios.
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