Esta primavera esteña es más que alagüeña, es algo que viene bien a todos, a todo el país. El nuevo modelo jaquea sin remedio a los buitres de la comunicación, lo mismo que a sus cómplices infiltrados en la abogacía, la Aduana, la Fiscalía, la Policía y hasta en juzgados.
Hay un viento fresco que viene de hacia el Este y que pone las barbas en remojo a los que, prensa mediante, extorsionaban a tirios y troyanos ¿De ahora en adelante con qué cuentos vendrán los que usaban la prensa para obtener miles de dólares por semana de los comerciantes extorsionados?
Me refería a la "delincuencia periodística" en el Este porque efectivamente eso son, delincuentes. No son periodistas. Son marginales, escorias de la comunicación que comprometen la honrada misión de la prensa.
Tuve la oportunidad de conversar con referentes de los comerciantes árabes en la capital del Alto Paraná para encontrarme con una agradable realidad: hay una corriente cada vez más grande que prefiere la legalidad a la ilegalidad. Ilegalidad que era pasto para los que se hacen llamar periodistas y que se hicieron de un sitio en poderosos diarios.
Esta retirada de los malandros hizo que yo fuera con mi libro ("Faceta oculta de un acusador") a Ciudad del Este. Pensé que en estos momentos la gente tendrá muchas ganas de leer la historia de Héctor Guerín en aquella ciudad con la prensa en sus manos y a los comerciantes condenador a su paredón de fusilamiento por la ventaja personal, quizás, que por la noticia misma.
Desde luego, la presencia de este libro por aquellas comarcas, por donde Guerín cree ser el cacique, no causó a este ninguna gracia porque en sus páginas contamos unas cuantas verdades que lo empelota ante la gente, respondiendo desde las páginas de los diarios de Aldo Zuccolillo que la promoción de mi libro respondía a los intereses de los contrabandistas.
Como siempre - sin el uso del sentido común y, mucho menos, de la ética - sacude lo que primero se le ocurre, como buen disparatero que fue y sigue siendo.
Lo que pasa con la gente sin decencia metida en el periodismo de las Tres Fronteras es que se le está acabando la leche de la mamadera por lo que empiezan a disparar en 360 grados, apretando a cardenales y monaguillos, pero sin el resultado de otros tiempos, de cuando los comerciantes temían las intervenciones fiscales.
Se puede decir, pues, que se estaría en el ocaso de los profesionales de la prensa (de esa que sirve para apretar allí donde se generan olores almizclados) que sin haber aprendido armonizar una frase escrita, sin practicar tan siquiera una lectura comprensiva, se metieron en las botas del periodista, pisoteando como mejor le parecía a Ciudad del Este en particular y; a la prensa, en general. Los vientos benignos del Alto Paraná empiezan a engripar a intrusos de la prensa y, por eso, arañan los muros que puedan pero ya saben que estos son muy altos y que ya no podrán derribar con una campaña extorsiva. Para ellos la farra se está acabando.
Hay un viento fresco que viene de hacia el Este y que pone las barbas en remojo a los que, prensa mediante, extorsionaban a tirios y troyanos ¿De ahora en adelante con qué cuentos vendrán los que usaban la prensa para obtener miles de dólares por semana de los comerciantes extorsionados?
Me refería a la "delincuencia periodística" en el Este porque efectivamente eso son, delincuentes. No son periodistas. Son marginales, escorias de la comunicación que comprometen la honrada misión de la prensa.
Tuve la oportunidad de conversar con referentes de los comerciantes árabes en la capital del Alto Paraná para encontrarme con una agradable realidad: hay una corriente cada vez más grande que prefiere la legalidad a la ilegalidad. Ilegalidad que era pasto para los que se hacen llamar periodistas y que se hicieron de un sitio en poderosos diarios.
Esta retirada de los malandros hizo que yo fuera con mi libro ("Faceta oculta de un acusador") a Ciudad del Este. Pensé que en estos momentos la gente tendrá muchas ganas de leer la historia de Héctor Guerín en aquella ciudad con la prensa en sus manos y a los comerciantes condenador a su paredón de fusilamiento por la ventaja personal, quizás, que por la noticia misma.
Desde luego, la presencia de este libro por aquellas comarcas, por donde Guerín cree ser el cacique, no causó a este ninguna gracia porque en sus páginas contamos unas cuantas verdades que lo empelota ante la gente, respondiendo desde las páginas de los diarios de Aldo Zuccolillo que la promoción de mi libro respondía a los intereses de los contrabandistas.
Como siempre - sin el uso del sentido común y, mucho menos, de la ética - sacude lo que primero se le ocurre, como buen disparatero que fue y sigue siendo.
Lo que pasa con la gente sin decencia metida en el periodismo de las Tres Fronteras es que se le está acabando la leche de la mamadera por lo que empiezan a disparar en 360 grados, apretando a cardenales y monaguillos, pero sin el resultado de otros tiempos, de cuando los comerciantes temían las intervenciones fiscales.
Se puede decir, pues, que se estaría en el ocaso de los profesionales de la prensa (de esa que sirve para apretar allí donde se generan olores almizclados) que sin haber aprendido armonizar una frase escrita, sin practicar tan siquiera una lectura comprensiva, se metieron en las botas del periodista, pisoteando como mejor le parecía a Ciudad del Este en particular y; a la prensa, en general. Los vientos benignos del Alto Paraná empiezan a engripar a intrusos de la prensa y, por eso, arañan los muros que puedan pero ya saben que estos son muy altos y que ya no podrán derribar con una campaña extorsiva. Para ellos la farra se está acabando.