No, los teatros de revista de Buenos Aires, no son para vejetes currutacos como yo. Si mis médicos, los doctores Osmar Centurión Alcaráz y Jorge Gómez Otaño, se enteran que yo me anduve apoltronando en complicidad con Teresita en butacas del teatro Metropolitan me retiran sus respectivas atenciones profesionales.
¿De qué servirán todas las medicinas - reconozco - las dietas, los ejercicios físicos, el régimen diario que debo llevar para que el sistema coronario funcione sin sobresaltos si no puedo evitar una función de "Bravísima" con toda su parafernalia de mujeres desnudas hasta el pensamiento?
Pero, supongo, que ustedes no andarán chusmeando por ahí y menos con mis médicos que yo me escapé y, en alianza con la Snead, me di un atracón visual de esos encantos argentinos que si se cubrieran demasiado apenas apelan a las plumas de vaya a saber qué aves de los desiertos argentinos.
Supongo que, al mismo tiempo, Snead aguantó bien la prueba del espectáculo, porque allí, abajo, en el escenario, también se presentaron unos cuantos potros de aquellos que arrancaron suspiros, aplausos y zapateos de parte de las jovencitas, no tan jovencitas, casadas, solteras, viudas, separadas y abandonadas que ocuparon los asientos del atestado teatro de la calle Corrientes.
Una señora entrada en edad, sentada en la fila seis, frente a mi, en medio de tantos varones en bolas en el espectáculo, buscó, presurosa, algo en su cartera. Me imagino que apeló a su pastilla para el corazón, de esas que se ponen debajo de la lengua. Es que "Bravísima" estuvo verdaderamente brava y no hay señora ni señor (de edad, claro) que aguanten tanta audacia masculina como femenina entre candilejas y bambalinas.
Yo tengo mis quejas contra los porteños. Son medio chantas, por no decir chantas enteros. Todos sabemos ese lado detestable del porteño. Pero si de espectáculos revisteriles se trata, dejemos que ellos se encarguen de ello porque son garantías de hacer bien la tarea. Además sus actrices y bailarinas son super formidables a la hora de desvestirse. Y ¿qué quieren que les diga?, a mi también me fascina verlas como se presentan en el escenario.
Ya sé. Lo calculé desde un principio. El pa´i Carlos se va a enojar conmigo, pero arriero portepe, capaz que no tenga en cuenta este pecadillo mío. Tres Padre Nuestro, dos Ave María y uno Yo Pecador y recuperado a full con el Jefe.
El pecado de la carne, pa´i; la carne es débil...
En fin, hagan como que no leyeron mi comentario. Esto de andar formando fila para comprar un par de entradas para ver "Bravísima" no es para pacientes de clínicos y cardiólogos como yo que de puro tova ata (caradura) acepta el reto del travieso interior y me sometí a la prueba de resistencia. Ya dirán de mi que soy un irresponsable por esta trastada contra la salud del corazón pero, escúchenme, ¿quién me quita lo bailado?