Los cabecillas de la invasión a la propiedad privada son delincuentes y carentes de creatividad. Son delincuentes porque entran en el patio ajeno, destrozan lo que encuentran a su paso, roban y hasta matan. Y carecen de creatividad, sobre todo los que en estos días andan entrando en el campo privado pensando que el nuevo presidente les va a dar lo que exigen a cambio de volver a dejar la propiedad ocupada, porque con el mismo argumento nos vienen cada cinco años poco antes de asumir el nuevo gobierno electo.
Siempre hacen lo mismo. Bastará con hacerse de tiempo y mirar las hemerotecas. Lo hicieron cuando Andrés Rodríguez estaba en vísperas de entregar el poder, cuando salió Wasmosy, cuando salió González Macchi y ahora cuando se va Nicanor Duarte Frutos.
Esto de hacer valer la ley sobre las apetencias de algunos dirigentes campesinos es, en estos momentos y con los que andan alborotando de aquí para allá en un país que, de hecho, está un desastre, un asunto del presidente de la República de turno (Duarte Frutos) y de la Justicia. Nada tiene que ver Fernando Lugo hasta que diga el “yo juro” el próximo 15 de agosto.
Si Duarte Frutos y su equipo no pueden frenar a los delincuentes, lo mejor que pueden hacer es poner violines en bolsa y marcharse, de modo que asuma quién corresponda (el Vicepresidente) y a restablecer orden dentro del país.
Los paraguayos podemos tener opiniones dispares y eso es bueno. Podemos disentir si tal o cual ley es buena, regular o mala. Lo que no podemos hacer es violarla. Así seamos ricos o pobres, sabios o ignorantes, jóvenes o mayores. La ley es para todos.
Podemos criticar el error de los hombres en el poder por haber facilitado la venta de extensas tierras a los productores de soja o ganado; podemos malhumorarnos porque nuestros bosques fueron arrasados por los productores de granos. Y hasta podemos tener razón. Pero si ya está consumada la tenencia de la tierra a favor de aquellos compradores, las actitudes bárbaras no son suficientes para recuperar las tierras. Somos un pueblo civilizado dentro del cual debemos hacer valer la ley.
La ley es dura pero es la ley.
Los escasamente creativos líderes campesinos debieran ir pensando en una manera de presionar a los nuevos parlamentarios para mejorar las leyes pero no alentar el ataque a la propiedad privada.
Es más.
Los paraguayos también están cansados de tantos líderes campesinos que se han vuelto ricos de la noche a la mañana a cuentas de las necesidades campesinas. El negociado escondido detrás de las invasiones viene desde los tiempos del ya célebre Marcelino Corazón Medina pasando por cada personaje que luego pasaron a ser parlamentarios o altos funcionarios de gobierno con todo el beneficio que significa esos cargos.
Los paraguayos no debemos cansarnos de defender nuestra ley que fue hecha para bien de todos. Si no está bien hecha procuremos cambiarla y que se cambie; entre tanto, la invasión no es sino el gran negocio de los cabecillas que tras cada atropello salen ganando, en el peor de los casos, al menos una flamante camioneta doble cabina cuatro por cuatro. Y esto no es otra cosa sino sinvergüencería. El tema es invadir y luego hacerse de una camioneta lujosa y ya está. Más tarde será diputado, senador, ministro …
Siempre hacen lo mismo. Bastará con hacerse de tiempo y mirar las hemerotecas. Lo hicieron cuando Andrés Rodríguez estaba en vísperas de entregar el poder, cuando salió Wasmosy, cuando salió González Macchi y ahora cuando se va Nicanor Duarte Frutos.
Esto de hacer valer la ley sobre las apetencias de algunos dirigentes campesinos es, en estos momentos y con los que andan alborotando de aquí para allá en un país que, de hecho, está un desastre, un asunto del presidente de la República de turno (Duarte Frutos) y de la Justicia. Nada tiene que ver Fernando Lugo hasta que diga el “yo juro” el próximo 15 de agosto.
Si Duarte Frutos y su equipo no pueden frenar a los delincuentes, lo mejor que pueden hacer es poner violines en bolsa y marcharse, de modo que asuma quién corresponda (el Vicepresidente) y a restablecer orden dentro del país.
Los paraguayos podemos tener opiniones dispares y eso es bueno. Podemos disentir si tal o cual ley es buena, regular o mala. Lo que no podemos hacer es violarla. Así seamos ricos o pobres, sabios o ignorantes, jóvenes o mayores. La ley es para todos.
Podemos criticar el error de los hombres en el poder por haber facilitado la venta de extensas tierras a los productores de soja o ganado; podemos malhumorarnos porque nuestros bosques fueron arrasados por los productores de granos. Y hasta podemos tener razón. Pero si ya está consumada la tenencia de la tierra a favor de aquellos compradores, las actitudes bárbaras no son suficientes para recuperar las tierras. Somos un pueblo civilizado dentro del cual debemos hacer valer la ley.
La ley es dura pero es la ley.
Los escasamente creativos líderes campesinos debieran ir pensando en una manera de presionar a los nuevos parlamentarios para mejorar las leyes pero no alentar el ataque a la propiedad privada.
Es más.
Los paraguayos también están cansados de tantos líderes campesinos que se han vuelto ricos de la noche a la mañana a cuentas de las necesidades campesinas. El negociado escondido detrás de las invasiones viene desde los tiempos del ya célebre Marcelino Corazón Medina pasando por cada personaje que luego pasaron a ser parlamentarios o altos funcionarios de gobierno con todo el beneficio que significa esos cargos.
Los paraguayos no debemos cansarnos de defender nuestra ley que fue hecha para bien de todos. Si no está bien hecha procuremos cambiarla y que se cambie; entre tanto, la invasión no es sino el gran negocio de los cabecillas que tras cada atropello salen ganando, en el peor de los casos, al menos una flamante camioneta doble cabina cuatro por cuatro. Y esto no es otra cosa sino sinvergüencería. El tema es invadir y luego hacerse de una camioneta lujosa y ya está. Más tarde será diputado, senador, ministro …