Esta mañana, temprano, como siempre puse la tele para escuchar las noticias mientras me duchaba. Ni bien encendí el televisor escucho a un colega reportar en vivo desde la casa de un señor, aquí en Asunción, sobre un robo que sufriera este fin de semana mientras él no estaba en casa.
Los ladrones se llevaron todo cuanto han querido de la vivienda, especialmente dinero y joyas por una suma respetable.
El dueño de casa dijo todo lo que sentía al fragor de tantos bajoneos: que él, por ejemplo, había votado a Fernando Lugo para presidente pero que lamentaba haberlo hecho porque hasta ahora no veia que haya seguridad en el país.
Sí, todos queremos que Lugo haya cambiado desde el 16 de agosto pasado lo que el gobierno anterior no lo hizo. Sin embargo, lejos de procurar una defensa a lo mal hecho o a quienes no merecen defensa alguna, diría que la inseguridad en que nos hemos sumergido es la respuesta a nuestros aportes individuales en los últimos 20 años. Procuraré explicarme.
Uso la palabra "aporte" porque, eso, aportamos. Hemos colaborado con nuestra voluntad de que las cosas sean así en el territorio de la convivencia.
Ahora, sí, me explicaré:
Desde aquella mañana del 3 de febrero de 1989 tenemos las ventanas abiertas por donde entra luz de libertad y claridad de igualdad. Esa libertad y esa igualdad muchos han manipulado, distorcionado, bastardeado.
A cuentas de la libertad la Policía, por ejemplo, dejó de ser una policía dura contra los delincuentes. Prefirió dejar la dureza porque si seguía así sería igual a la policía de la dictadura.
Esa libertad fue aprovechada por los delincuentes para robar, invadir la propiedad privada, asaltar, matar. Tuvieron más espacios para estar en lo suyo. Así fueron en la dictadura aunque con menos protagonismo; en libertad tuvieron todo para si.
Con la libertad que costó la vida de muchos paraguayos, dicho sea de paso, los padres hemos dado la poderosa camioneta, el celular y dinero para que salgan a hacer lo que quieran en la calle, porque "ahora hay libertad". Así nacieron los patoteros motorizados, terror de ciudades, pueblos y comarcas. Así miles de jovencitos se mataron en 20 años del ejercicio de esta libertad.
Con el nuevo tiempo, todos nos sentimos con derechos a cerrar rutas, calles, ocupar plazas, paseos, jardines, parques y con la bendición de la Basílica de San Pedro para denostar contra quien sea, donde sea y como sea. Así fuimos haciendo, cada uno, estos 20 años posteriores a la caida de la dictadura.
Los jóvenes protestaron porque el servicio militar era una torpeza y, plantearon, debiera usarse ese tiempo para que el joven estudie. Surgió la llamada Objeción de Conciencia". Las Fuerzas Armadas, entre tanto, no hizo tan bien su papel de cara a la ciudadanía, por tanto en democracia no tuvo muchos argumentos a favor como para seguir arreando jovenes a sus cuarteles.
Lo que con los años nos dimos cuenta es que en los cuarteles también se formaba a los jovencitos. Que era útil, independientemente a las equivocaciones de sus generales.
Esa resta a favor de la formación del joven también hizo que, en 20 años hoy tengamos la inseguridad que tenemos en todo el país.
Los maestros también están con su cuota para esta desarmonia. Desde el vamos no han parado de hacer huelgas cuando se les cante. Algunas veces se pasaron protestando, como si no tuvieran los aumentos que se merecen. Muchos de los que protestaban no pasaban más allá de lo mediocre. La agitación practicada aportó lo suyo, sin dudas, para que hoy, seamos víctimas de la feroz inseguridad paraguaya.
Procuraré no ser ofensivo y antiético contra el periodismo. Pero acaso no me equivoque mucho al decir que en esta profesión han aparecido en estos últimos años quienes han alentado la desarmonía, la informalidad, la indecencia plena, con lo que se abonó el ambiente para que terminemos cerrando ventanas, poniendo rejas de hierro, alzando murallas, contratando guardias privados para que se paren en nuestros portones.
La Policía está en absoluta deuda con la ciudadanía. Siguen siendo los paniaguados del cambio. Son los que siguen exigiendo dinero a tirios y troyanos ahí donde tengan un puesto por "cuidar", así sea un empresario, una comisión vecinal, un club, una industria. Nadie se salva de ellos. Tarde o temprano Quintana será su sastre. El policía, lamentablemente, es el que se junta con los marginales para los golpes mayores, son los que, incluso, alientan a niños y niñas a delinquir. Historias de policias delincuentes hay por miles en el Paraguay de los últimos 20 años.
Aquellos banqueros que rifaron el país desde que vino la democracia en el Paraguay tienen mucho que ver en lo que es hoy nuestra seguridad o inseguridad. Los usureros también. Los que dicen de la gente que no pueden tener tales o cuales créditos, así sea de la oficina de informaciones confidenciales que fuere. Cada uno aportó su cuota para que hoy desconfiemos de todos.
Al decir de Eduards Lorenz, cada uno aportamos nuestro aleteo de mariposa para que en suma de reacciones causemos un tornado con el tiempo.
¿Qué pasaría entonces en el país? Lo ideal, creo y quiero, es que cambiemos de actitud y que el país vuelva a ser pacífico y agradable. Pero así las cosas, con los delincuentes haciendo de nosotros lo que quieren, no está demás pensar en un gobierno duro, capaz de reprimir sin ruborisarse a los que nos hacen daño, aunque ese derecho les provoque el deseo de hacer otras cosas más contra los derechos del ciudadano común. Debemos reconocer que si volvemos a tener un gobierno duro, una dictadura incluso, no será por culpa de ningún golpista en particular, sino de todos nosotros, que hemos dejado pasar 20 años para vivir en igualdad y respeto en la sociedad que es de nuestra entera responsabilidad. Creo, pues, que no es sólo el presidente de la Nación el único responsable de inseguridad paraguaya, también cada uno de nosotros pero queremos que uno sólo solucione lo que debemos solucionar entre 6.000.000 de paraguayos.
Detrás de la puerta, esto
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