(Guille Cramer)
Ellas te reconocen, son las mismas que estuvieron
cuando los capullos de tu sonrisa
lentamente, desprendían tu belleza.
Desesperando la incredulidad en mis ojos encandilados
por el pimpollo convertido en mujer florecida.
Son las mismas estrellas de brillos silentes,
de pupilas vivas.
De hoyuelos sinceros,
de puntillas lentas.
Que abrazan sin desprender la noche
mientras traviesas atraviesan la inmensidad del cielo.
En ellas te reencuentro en cada apariencia de tu ausencia.
En todas mis noches, en todos mis suspiros, en todos mis latidos.
Ellas escuchan las vocales tartamudas de mi ansiedad.
Ofreciéndome alivio en sus caricias resplandecientes
mientras cubren, la oscuridad de tu lejanía.
Ellas, inquilinas y dueñas de la inmensidad saben las reverencias
de mi corazón enamorado a tu mirada, a tus besos, a tus gestos.
Saben que desde que la calidez de tu primavera
convirtió todas mis estaciones en el pedazo de felicidad
que lleva tu nombre,
tu cielo se ha vuelto mi destino.
Y desde ese momento,
mi mundo entregó el resto de sus días a tu pertenencia.
Y con esas perennes estrellas como testigos,
te hago la más valiosa promesa de mi vida.
En la tierra mi corazón te amará con todos sus latidos.
Y en la inmensidad lo hará;
Mi Alma en tu Cielo.
Ellas te reconocen, son las mismas que estuvieron
cuando los capullos de tu sonrisa
lentamente, desprendían tu belleza.
Desesperando la incredulidad en mis ojos encandilados
por el pimpollo convertido en mujer florecida.
Dueña de la inmensidad |
de pupilas vivas.
De hoyuelos sinceros,
de puntillas lentas.
Que abrazan sin desprender la noche
mientras traviesas atraviesan la inmensidad del cielo.
En ellas te reencuentro en cada apariencia de tu ausencia.
En todas mis noches, en todos mis suspiros, en todos mis latidos.
Ellas escuchan las vocales tartamudas de mi ansiedad.
Ofreciéndome alivio en sus caricias resplandecientes
mientras cubren, la oscuridad de tu lejanía.
de mi corazón enamorado a tu mirada, a tus besos, a tus gestos.
Saben que desde que la calidez de tu primavera
convirtió todas mis estaciones en el pedazo de felicidad
que lleva tu nombre,
tu cielo se ha vuelto mi destino.
Y desde ese momento,
mi mundo entregó el resto de sus días a tu pertenencia.
Y con esas perennes estrellas como testigos,
te hago la más valiosa promesa de mi vida.
En la tierra mi corazón te amará con todos sus latidos.
Y en la inmensidad lo hará;
Mi Alma en tu Cielo.
mientras traviesas atraviesan la inmensidad del cielo... |