Cuatro homosexuales estaban sentados en una línea del metro madrileño cuando subí al mismo vagón en el cual viajaban. Hacía unos meses que me radiqué en España. Sabía, y veia, a las parejas homosexuales españoles besarse, abrazarse, tomarse de las molicies manos por donde frecuentaban.
En España está admitido el matrimonio entre los homosexuales. Por tanto, aunque algunos se opongan, ellos están en su derecho legal de llenarse de arrumacos en público si así lo desean.
En el metro, los cuatro homosexuales (dos parejas) hablaban en palabrimujer entusiasmados (o entusiasmadas)y, de vez en vez, se besaban apasionadamente, hasta que uno de ellos habló en guaraní. Eran paraguayos.
Yo no sé. Pero se me hace que aquí, en Paraguay, las mismas personas no harían igual que en el tren.
Pero esa inhibición no es el tema que les quiero contar de mi presencia en España. Les quiero comentar sobre los bujarrones paraguayos en aquel país.
Puedo decirles que hay muchos compatriotas que están en el ejercicio de la prostitución en pleno Madrid.
Una amiga paraguaya que vive en un piso sobre una concurrida calle habilitada para la prostitución en esa ciudad (que se llama coincidentemente "desengaño") me comentó en los días previos a la navidad de 2007 que ella conocía a un travesti paraguayo que se paraba en la esquina del edificio donde vivía.
El travesti paraguayo, chusmeó, tenía mucho éxito, sobre todo con los turistas seudorastas que, por miles, visitan diariamente esa calle reservada para quiénes hacen del sexo un trabajo. El paraguayo vestido de mujer, redundó, tendría entre 23 y 25 años, es de Asunción y, supo, se hizo travesti en España.
Los seudorastas (nombre fijado por la sexóloga norteamericana Jeanette Valdéz en 1960) son los hombres que gustan de los travestis. También le dicen travestífilos.
Retomándo, el notable éxito del paraguayo con los turistas sería porque, según la descripción de mi amiga, se trata de un barbilindo, capaz de gustar a hombres y mujeres.
Los protegidos de Sucubo, con un poco de suerte, llegan a acceder a mucho dinero en el Viejo Mundo.
En las discotecas frecuentadas por paraguayos, no solo en Madrid, sino también en Málaga y Barcelona, ciudades que concentran a sendas grandes colonias de emigrantes compatriotas, los homosexuales guaraníes como que escapan del placard. Para estar en lo suyo es suficiente una jarra de cerveza y el resto viene por añadidura.
Yo también llegué a ver a algunos rapichá arriero encamándose a otros para una apasionada sesión de besos en plena dsicoteca que para qué les cuento.
En los departamentos compartidos (en algunos viven hasta 15 compatriotas, como puedan) y no pasan de ser sino una o dos habitaciones, se torna un poco más complicada cuando entre los inquilinos hay homosexuales.
Entre los varones, por eso, suelen darse feroces grescas por celos.
En verdad, estas realidades en la comunindad paraguaya en España no se ventila por dignidad y vergüenza, ya que - se sabe en algunos círculos de emigrantes latinos - que entre los homosexuales incluso hay maridos con esposas en Paraguay y novios con novias que le esperan en Paraguay.
Entre los emigrantes paraguayos en España también se da aquello que Pablo llamaba "amor de concuspicencia"; es decir de hombres con hombres.
Esto de los celos entre hombres por cancos paraguayos, pues, es una suerte de basura guardaba bajo la alfombra por los mismos guaraníes residentes en España.
Decía recientemente en la web de Puerta de Emergencia un paraguayo que volvió de la Madre Patria que hay muchos homosexuales que emigraron de nuestro país y que fueron a radicarse en España. A eso se debe añadir los que se hicieron sodomitas estando en aquel país y que de ese modo se ganan la vida.
En España está admitido el matrimonio entre los homosexuales. Por tanto, aunque algunos se opongan, ellos están en su derecho legal de llenarse de arrumacos en público si así lo desean.
En el metro, los cuatro homosexuales (dos parejas) hablaban en palabrimujer entusiasmados (o entusiasmadas)y, de vez en vez, se besaban apasionadamente, hasta que uno de ellos habló en guaraní. Eran paraguayos.
Yo no sé. Pero se me hace que aquí, en Paraguay, las mismas personas no harían igual que en el tren.
Pero esa inhibición no es el tema que les quiero contar de mi presencia en España. Les quiero comentar sobre los bujarrones paraguayos en aquel país.
Puedo decirles que hay muchos compatriotas que están en el ejercicio de la prostitución en pleno Madrid.
Una amiga paraguaya que vive en un piso sobre una concurrida calle habilitada para la prostitución en esa ciudad (que se llama coincidentemente "desengaño") me comentó en los días previos a la navidad de 2007 que ella conocía a un travesti paraguayo que se paraba en la esquina del edificio donde vivía.
El travesti paraguayo, chusmeó, tenía mucho éxito, sobre todo con los turistas seudorastas que, por miles, visitan diariamente esa calle reservada para quiénes hacen del sexo un trabajo. El paraguayo vestido de mujer, redundó, tendría entre 23 y 25 años, es de Asunción y, supo, se hizo travesti en España.
Los seudorastas (nombre fijado por la sexóloga norteamericana Jeanette Valdéz en 1960) son los hombres que gustan de los travestis. También le dicen travestífilos.
Retomándo, el notable éxito del paraguayo con los turistas sería porque, según la descripción de mi amiga, se trata de un barbilindo, capaz de gustar a hombres y mujeres.
Los protegidos de Sucubo, con un poco de suerte, llegan a acceder a mucho dinero en el Viejo Mundo.
En las discotecas frecuentadas por paraguayos, no solo en Madrid, sino también en Málaga y Barcelona, ciudades que concentran a sendas grandes colonias de emigrantes compatriotas, los homosexuales guaraníes como que escapan del placard. Para estar en lo suyo es suficiente una jarra de cerveza y el resto viene por añadidura.
Yo también llegué a ver a algunos rapichá arriero encamándose a otros para una apasionada sesión de besos en plena dsicoteca que para qué les cuento.
En los departamentos compartidos (en algunos viven hasta 15 compatriotas, como puedan) y no pasan de ser sino una o dos habitaciones, se torna un poco más complicada cuando entre los inquilinos hay homosexuales.
Entre los varones, por eso, suelen darse feroces grescas por celos.
En verdad, estas realidades en la comunindad paraguaya en España no se ventila por dignidad y vergüenza, ya que - se sabe en algunos círculos de emigrantes latinos - que entre los homosexuales incluso hay maridos con esposas en Paraguay y novios con novias que le esperan en Paraguay.
Entre los emigrantes paraguayos en España también se da aquello que Pablo llamaba "amor de concuspicencia"; es decir de hombres con hombres.
Esto de los celos entre hombres por cancos paraguayos, pues, es una suerte de basura guardaba bajo la alfombra por los mismos guaraníes residentes en España.
Decía recientemente en la web de Puerta de Emergencia un paraguayo que volvió de la Madre Patria que hay muchos homosexuales que emigraron de nuestro país y que fueron a radicarse en España. A eso se debe añadir los que se hicieron sodomitas estando en aquel país y que de ese modo se ganan la vida.