Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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lunes, 13 de abril de 2009

Perdió Lugo

A Fernando Lugo se le hará cuesta arriba a partir de hoy en su gestión de gobierno porque perdió lo que le hizo ganar las elecciones del pasado 20 de abril de 2008: la credibilidad. Esa credibilidad que raya lo sublime, santo y crístico. La gente votó al ex obispo por eso especialmente, por haber sido obispo, porque la gente supuso que ser sacerdote es otro cantar en cuanto a confianza y; si es obispo, ni qué decir.
Muchos paraguayos estaban cansados de los políticos mentirosos, entonces decidieron no votarles.
Para los votantes Lugo era sincero, incapaz de hacer eso que alguna vez Lino Oviedo alentó: embarazar a las mujeres a diestra y siniestra.
Pero...
Desde la mañana de hoy, Lugo perdió. Ya no se le va a creer, porque para ganar las elecciones engañó a la gente. Premeditadamente calló haber tenido relaciones sexuales con una jovencita a quién finalmente embarazó. Engañó con su silencio. Desde luego, que no le quepan dudas: hubiera perdido como en la guerra las elecciones de abril pasado si se sabía que siendo pastor de la iglesia católica andaba haciendo sexo con una mujer de su iglesia.
Hay cosas que en el Paraguay no funcionan: como que nuestros sacerdotes anden acostándose con nuestras hermanas, hijas, primas, sobrinas y hasta esposas. Está visto que lo hacen y, tal vez, con frecuencia regular como los que no visten la sotana. En Paraguay estas cosas no son toleradas. Ni por hombres ni por mujeres.
Muchos paraguayos sabían que Lugo no tendría muñeca para gobernar un país (como ya lo está demostrando, pero le votaron porque preferían un decente que, finalmente no pasó de ser sino "decente") a un patán político que no haría sino lo que ya estaba acostumbrado a hacer desde muchas décadas atras.
Lugo perdió desde ayer.
Perdió lo que tenía ante la gente, la credibilidad, y la confianza, y el respeto. Desde ayer no pasa de ser sino un paraguayo con quién hay que andar con cuidado, hasta con mañas, porque las suyas son iguales a las nuestras. O peores.
Lo siento por sus seguidores, entre quiénes me anoté. Desde luego, me retiro de la manada. Pero no dejo de creer que entre tantos mentirosos de Paraguay deba haber uno que sea capaz de gobernar el país (acortemos: Lugo no sabe cómo gobernar) y que no tenga problemas de hijos okara, como este presidente,cuyo engaño salpicó a profundidad a la iglesia de donde fue jefe y a donde concurre la mayoría de los paraguayos para encomendarse a Dios.

La biblioteca

El otro día, Arcenio (el suyo es con c), reportero gráfico y compañero de trabajo, me dijo que tiene ganas de mirar mi biblioteca, luego de haber leído uno de mis libros. Le respondí que me alagaba su deseo y que admiraba porque un joven como él, con apretados compromisos laborales y familiares (tiene una hijita de meses que le tiene a rayas), casi no se preocupaba por su formación intelectual, así esté dentro de sus deseos.
Pero el deseo, explican los metafísicos, es el detonante de la intención y ésta de la ejecución, que es igual que decir que la buena voluntad todo lo hace posible.
Decía que quería ver mi biblioteca.
También, a partir de ese deseo, le reflexioné que lo más importante no es la cantidad de libros sino los libros leídos y aprovechados. Soy de la opinión de leer bien a un autor, aprender y aplicar lo aprendido. En otro comentario decía que el Paraguay necesita de muchos que lean, por ejemplo, "La República", de Platón y que de esos, por dar una cifra menor, al menos 1.000 lectores sean políticos y periodistas. Tendríamos un país diferente.
Si al menos 5.000 paraguayos hayan leído "Yo, el Supremo", el poemario de Ortíz Guerrero y las obras completas de Arturo Bray, y que de esos, al menos 500 sean periodistas y estos, al menos 100 usen lo aprendido a favor de la gente, podemos decir que empezamos a estar en buen camino.
Para que una biblioteca sirva primero debe tenerse la voluntad de divorciarse de la ignorancia. "El yo no leo luego porque soy pobre", "los libros son muy caros", "debo trabajar, no tengo tiempo para leer" no son sino permeables excusas para que sean furgones de cola de quienes desde algún secreto manipula a la gente de escasa formación intelectual.
Es mejor tener una biblioteca con muchísimos libros, pero si se quiere saber para ser más feliz no hace falta sino aprender y aplicar lo bueno que hay en esos libros.
No tengo una biblioteca para mostrar; es más, los tengo en muebles cerrados para cubrirlos del maldito polvo de las comarcas por donde vivo. Tengo una biblioteca, sí, para leerlos en los tiempos que procuro para los libros, así sea en la hora que sea y en el lugar que sea (hoy estuve leyendo una antigua obra de William Barrett sobre Madama Lynch en la larga fila de la Essap aguardando pagar mi factura de agua).
La lectura es un hábito que debemos cultivar siempre en tanto y en cuanto tengamos la gracia de la vista. Se puede leer allí donde se pueda: en la cama, en el living, en el patio, con un mate o tereré de por medio, en el micro, en el avión, en la antesala médica. Este hábito hará que se vaya cimentando el conocimiento en el lector para dar paso, con el tiempo, a la sabiduría.
Me preguntarán cuantos libros tengo, como muchos me han preguntaron. Es que, digo, la cantidad no es importante. ¿Qué tan importante es decir que uno tiene 2.000 o 30.000 volúmenes si en una conversación no aporta, no sugiere, no orienta, no critica por causa de tener 40.000 libros que nunca leyó y que los tuvo solo para decir que tiene una biblioteca muy rica?


(Foto: Fotolia.com)