Esto de que los jóvenes hagan lo que les cante no conviene ni a ellos ni, mucho menos, a los demás. Las experiencias que recogimos en la sociedad nacional tras la caída del régimen dictatorial no son precisamente las mejores cuando de juventud se trate.
Los padres han dejado de ser firmes ante sus hijos por un nuevo modelo de relación padre - hijo impuesto por la misma sociedad nueva que no permite a aquellos levantar la voz cuando así sea necesario en bien del hijo.
También están aquellos padres que sencillamente carecen de responsabilidad por lo que sus hijos son más proclives a terminar siendo pandilleros que ejemplares ciudadanos de la nueva camada.
Un punto y aparte se merecen los buenos padres que dejarían sus vidas por la buena formación de sus hijos. Estos padres, felizmente, forman parte de nuestra sociedad pero en su faceta pasiva.
El Paraguay hoy, a casi 22 años del derrocamiento de Stroessner, está infectado de pandilleros, esa escoria surgida a cuentas de una democracia mal entendida y practicada; ya por la miseria, ya por las nuevas herramientas jurídicas, por el antimodelo de muchos referentes de la sociedad (políticos, líderes religiosos, sindicalistas, dirigentes campesinos, funcionarios públicos, etc) o por lo que fuere.
La juventud violenta de hoy infecta todo espacio público y privado. Está en las calles a la espera de una joven que retorna del trabajo o de los estudios para ser violada y/o robada; en los transportes públicos robando billeteras y celulares; en los estadios de fútbol para que después, en pandilla, cometa todo tipo de desmanes, incluso el asesinato de algún pacífico ciudadano; en las plazas, drogándose; en las motos matándose en cualquier paraje urbano o rural; en las motos, asaltando.
El espacio libertino posterior a la dictadura de Stroessner se convierte en otra dictadura cruel, inesperada, salida de las misma matriz paraguaya. Cría cuervos ...
Los chicos ya no van a los cuarteles que, pese a todo, eran escuelas para templar conductas. No van porque una Ley de objeción de conciencia ampara el "derecho" del joven. En los cuarteles eran formados gratuitamente para bien.
El trabajo dejó de ser el masculino orgullo de los campesinos.
A cuentas de malas pagas por las cosechas abandonaron sus chacras, de donde extraían para sus comidas, y se largaron por los caminos a las urbes donde, en las esquinas con semáforos, verdaderas escuelas para el aprendizaje de las primeras delincuencias, disimulan sacrificios limpiando parabrisas de vehículos, para la desgracia de los destrotegidos conductores.
Estos jóvenes son el mercado de los narcotraficantes.
Son los consumidores de sus marihuanas, crack y otros venenos que venden. Miles de aquellos ya son drogadictos y costará algo más que un buen consejo de la gente con buena voluntad para re encarrilarlos.
Ni bien fue expulsado el general Stroessner esto, el país, se convirtió en una farra bacanal donde la mayoría cayó de borrachera libertina a cuentas de la libertad.
Hoy tenemos una juventud que también es pandillera capaz de asesinar allí donde esté; capaz de contaminar el deporte, la religión, la universidad, la función pública, las calles, las casas.
Estamos hablando de una juventud descarriada capaz de secuestrar y matar, de formar grupos paramilitares, de extorsionar a quién sea, de poner en jaque a la sociedad toda.
Estamos hablando de la realidad paraguaya, no de una novela fantástica de Franz Kafka.
No son todos, pero así como andan las cosas, me temo que la contaminación llegue a involucrar a todos sencillamente porque en Paraguay no pasamos de escandalizarnos por lo que pase y nada más.
En Paraguay no nos animamos a tomar al toro de las astas.
La pusilaminidad de la sociedad en democracia amenaza con gestar otro gobierno dictatorial, acaso más duro y violento que el de Alfredo Stroessner.
Cada vez es más escasa la dignidad colectiva,dignidad que exige que las cosas marchen justas, armoniosas; dignidad que lleve,incluso, a practicar la experiencia de los habitantes de Fuenteovejuna.
Hemos dejado rodar la juventud cuesta abajo y este es el resultado que tenemos. Estamos en un caos. bien sabemos que nada bueno florece ni germina en el caos y en la violencia. En los desastres nadie subsiste de pie ni se libra de golpes ni de heridas.
Los padres han dejado de ser firmes ante sus hijos por un nuevo modelo de relación padre - hijo impuesto por la misma sociedad nueva que no permite a aquellos levantar la voz cuando así sea necesario en bien del hijo.
También están aquellos padres que sencillamente carecen de responsabilidad por lo que sus hijos son más proclives a terminar siendo pandilleros que ejemplares ciudadanos de la nueva camada.
Un punto y aparte se merecen los buenos padres que dejarían sus vidas por la buena formación de sus hijos. Estos padres, felizmente, forman parte de nuestra sociedad pero en su faceta pasiva.
El Paraguay hoy, a casi 22 años del derrocamiento de Stroessner, está infectado de pandilleros, esa escoria surgida a cuentas de una democracia mal entendida y practicada; ya por la miseria, ya por las nuevas herramientas jurídicas, por el antimodelo de muchos referentes de la sociedad (políticos, líderes religiosos, sindicalistas, dirigentes campesinos, funcionarios públicos, etc) o por lo que fuere.
La juventud violenta de hoy infecta todo espacio público y privado. Está en las calles a la espera de una joven que retorna del trabajo o de los estudios para ser violada y/o robada; en los transportes públicos robando billeteras y celulares; en los estadios de fútbol para que después, en pandilla, cometa todo tipo de desmanes, incluso el asesinato de algún pacífico ciudadano; en las plazas, drogándose; en las motos matándose en cualquier paraje urbano o rural; en las motos, asaltando.
El espacio libertino posterior a la dictadura de Stroessner se convierte en otra dictadura cruel, inesperada, salida de las misma matriz paraguaya. Cría cuervos ...
Los chicos ya no van a los cuarteles que, pese a todo, eran escuelas para templar conductas. No van porque una Ley de objeción de conciencia ampara el "derecho" del joven. En los cuarteles eran formados gratuitamente para bien.
El trabajo dejó de ser el masculino orgullo de los campesinos.
A cuentas de malas pagas por las cosechas abandonaron sus chacras, de donde extraían para sus comidas, y se largaron por los caminos a las urbes donde, en las esquinas con semáforos, verdaderas escuelas para el aprendizaje de las primeras delincuencias, disimulan sacrificios limpiando parabrisas de vehículos, para la desgracia de los destrotegidos conductores.
Estos jóvenes son el mercado de los narcotraficantes.
Son los consumidores de sus marihuanas, crack y otros venenos que venden. Miles de aquellos ya son drogadictos y costará algo más que un buen consejo de la gente con buena voluntad para re encarrilarlos.
Ni bien fue expulsado el general Stroessner esto, el país, se convirtió en una farra bacanal donde la mayoría cayó de borrachera libertina a cuentas de la libertad.
Hoy tenemos una juventud que también es pandillera capaz de asesinar allí donde esté; capaz de contaminar el deporte, la religión, la universidad, la función pública, las calles, las casas.
Estamos hablando de una juventud descarriada capaz de secuestrar y matar, de formar grupos paramilitares, de extorsionar a quién sea, de poner en jaque a la sociedad toda.
Estamos hablando de la realidad paraguaya, no de una novela fantástica de Franz Kafka.
No son todos, pero así como andan las cosas, me temo que la contaminación llegue a involucrar a todos sencillamente porque en Paraguay no pasamos de escandalizarnos por lo que pase y nada más.
En Paraguay no nos animamos a tomar al toro de las astas.
La pusilaminidad de la sociedad en democracia amenaza con gestar otro gobierno dictatorial, acaso más duro y violento que el de Alfredo Stroessner.
Cada vez es más escasa la dignidad colectiva,dignidad que exige que las cosas marchen justas, armoniosas; dignidad que lleve,incluso, a practicar la experiencia de los habitantes de Fuenteovejuna.
Hemos dejado rodar la juventud cuesta abajo y este es el resultado que tenemos. Estamos en un caos. bien sabemos que nada bueno florece ni germina en el caos y en la violencia. En los desastres nadie subsiste de pie ni se libra de golpes ni de heridas.
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