Estamos, sin ninguna duda, ante el comienzo del fin de la emigración a España. En este país la cosa comenzó a ponerse bastante incómoda, no sólo para los inmigrantes sino para los mismos españoles. El trabajo escasea. Así como en Paraguay de finales de la década de 1990 y principios del ésta, las fuentes de empleos empiezan a cerrarse, algunas intempestivamente. ¿Qué harán en Paraguay, si volvieran, los paraguayos en España que están sin trabajo?
En nuestro país las condiciones ya no son tan crueles como fue hasta hace poco. Veamos:
El 15 de agosto de 2008 asumirá un nuevo gobierno y se marchará el sistema colorado que durante 60 años no hizo sino mantener una estructura de corrupción.
El nuevo gobierno trae esperanza y esta - la esperanza - es detonadora de nuevas oportunidades para el bienestar colectivo. Anotemos, pues, este cambio como un importante apoyo para volver a Paraguay.
Desde luego, el sentido común dice que no será el nuevo gobierno el que crea directamente las fuentes de empleo; se espera, sí, de él, que defienda y haga cumplir las leyes que amparan a los que crean empresas y donde los desocupados tengan de nuevo ocupación.
En el Paraguay tenemos tierras agrícolas suficientes. Volver al campo no es mala idea ni, muchos menos, una condena, como muchos nos han querido meter en la cabeza. Si la agricultura es mal negocio, los mennonitas del Chaco se hubieran marchado hace tiempos; pero como es buen negocio no les movió de sus tierras ni siquiera los cañones de paraguayos y bolivianos que andaban rugiendo durante tres años por cerca de sus chacras.
Los paraguayos sin trabajo en España debieran tener la oportunidad de una oferta del gobierno de Fernando Lugo para repoblar el campo en base a programas agrícolas colectivos (comités, cooperativas, asociaciones) dentro de los cuales figure primero la tenencia de la tierra.
¿Por qué no pensar seriamente en una granja de cuatro hectáreas por cada paraguayo recuperado del exterior? Los mismos inmigrantes de España están dispuestos a cooperar con el nuevo gobierno paraguayo para sacar adelante una alternativa de retorno como este. Para el efecto el proyecto llamado “Tercera Región” contempla como una de sus propuestas la idea mencionada.
Dicen que la necesidad es madre de todas las ciencias. La necesidad de volver a Paraguay y tener un techo bajo cual cobijarse, comida y ropa, haría pensar con optimismo a no pocos compatriotas en España respecto a la idea de crear sus propias mini unidades agropecuarias si en el nuevo gobierno se inyecta buena voluntad de cara a la idea.
Una granja de cuatro hectáreas es una unidad de producción de envergadura en España, Taiwán, Holanda. Lo puede ser también en Paraguay. En ese espacio se puede producir maíz, mandioca, forrajes varios, hortalizas, árboles frutales y criar aves de corral, cerdos, conejos y hasta un par de vacas lecheras. En unidades de explotación intensiva como estas, en Europa se practica el engorde de ganado en confinamiento, experiencia que bien se puede aplicar en las pequeñas granjas paraguayas.
¿Qué esa idea demanda mucho trabajo? Desde luego que sí. Decía Steve Jobs en un discurso ante los graduados de la universidad de Stanford que cuanto más hambrientos estemos más vamos a buscar la solución y cuanto más buscamos la solución más nos proponemos a hacer lo mejor que podamos y que eso tiene recompensa.
Los inmigrantes paraguayos experimentaron gran parte de ese fenómeno al marcharse del país y comenzar de nuevo en un país extraño. Ahora puede volver a empezar en su propio país. El inmigrante aprendió a hacer frente a lo peor. Iniciar un proyecto rural en su propio país con un nuevo gobierno como amparo no es lo peor; es una excelente oportunidad para volver al bienestar.
Ustedes se dirán que decir es fácil y que el hacer es complicado y, me preguntarán si yo me animo a encarar personalmente, en mi carácter de inmigrante en España, el desafío de ponerme al frente de una pequeña granja. Les respondo sobre la marcha: Sí, lo haré, sin haber sido nunca agricultor. Y les digo más: voy a salir adelante.
En nuestro país las condiciones ya no son tan crueles como fue hasta hace poco. Veamos:
El 15 de agosto de 2008 asumirá un nuevo gobierno y se marchará el sistema colorado que durante 60 años no hizo sino mantener una estructura de corrupción.
El nuevo gobierno trae esperanza y esta - la esperanza - es detonadora de nuevas oportunidades para el bienestar colectivo. Anotemos, pues, este cambio como un importante apoyo para volver a Paraguay.
Desde luego, el sentido común dice que no será el nuevo gobierno el que crea directamente las fuentes de empleo; se espera, sí, de él, que defienda y haga cumplir las leyes que amparan a los que crean empresas y donde los desocupados tengan de nuevo ocupación.
En el Paraguay tenemos tierras agrícolas suficientes. Volver al campo no es mala idea ni, muchos menos, una condena, como muchos nos han querido meter en la cabeza. Si la agricultura es mal negocio, los mennonitas del Chaco se hubieran marchado hace tiempos; pero como es buen negocio no les movió de sus tierras ni siquiera los cañones de paraguayos y bolivianos que andaban rugiendo durante tres años por cerca de sus chacras.
Los paraguayos sin trabajo en España debieran tener la oportunidad de una oferta del gobierno de Fernando Lugo para repoblar el campo en base a programas agrícolas colectivos (comités, cooperativas, asociaciones) dentro de los cuales figure primero la tenencia de la tierra.
¿Por qué no pensar seriamente en una granja de cuatro hectáreas por cada paraguayo recuperado del exterior? Los mismos inmigrantes de España están dispuestos a cooperar con el nuevo gobierno paraguayo para sacar adelante una alternativa de retorno como este. Para el efecto el proyecto llamado “Tercera Región” contempla como una de sus propuestas la idea mencionada.
Dicen que la necesidad es madre de todas las ciencias. La necesidad de volver a Paraguay y tener un techo bajo cual cobijarse, comida y ropa, haría pensar con optimismo a no pocos compatriotas en España respecto a la idea de crear sus propias mini unidades agropecuarias si en el nuevo gobierno se inyecta buena voluntad de cara a la idea.
Una granja de cuatro hectáreas es una unidad de producción de envergadura en España, Taiwán, Holanda. Lo puede ser también en Paraguay. En ese espacio se puede producir maíz, mandioca, forrajes varios, hortalizas, árboles frutales y criar aves de corral, cerdos, conejos y hasta un par de vacas lecheras. En unidades de explotación intensiva como estas, en Europa se practica el engorde de ganado en confinamiento, experiencia que bien se puede aplicar en las pequeñas granjas paraguayas.
¿Qué esa idea demanda mucho trabajo? Desde luego que sí. Decía Steve Jobs en un discurso ante los graduados de la universidad de Stanford que cuanto más hambrientos estemos más vamos a buscar la solución y cuanto más buscamos la solución más nos proponemos a hacer lo mejor que podamos y que eso tiene recompensa.
Los inmigrantes paraguayos experimentaron gran parte de ese fenómeno al marcharse del país y comenzar de nuevo en un país extraño. Ahora puede volver a empezar en su propio país. El inmigrante aprendió a hacer frente a lo peor. Iniciar un proyecto rural en su propio país con un nuevo gobierno como amparo no es lo peor; es una excelente oportunidad para volver al bienestar.
Ustedes se dirán que decir es fácil y que el hacer es complicado y, me preguntarán si yo me animo a encarar personalmente, en mi carácter de inmigrante en España, el desafío de ponerme al frente de una pequeña granja. Les respondo sobre la marcha: Sí, lo haré, sin haber sido nunca agricultor. Y les digo más: voy a salir adelante.
1 comentario:
El problema del paraguayo es cultural, mis padres son asuncenos y vinieron al Alto Paraná cuando era muy pequeño, y nos afincamos entre los inmigrantes brasileños, que vivieron con una mano adelante y otra atras y ahora son acaudalados agricultores utilizando tecnologia de punta en sus cultivos e inclusive enviando a estudiar a sus hijos a los EEUU, mis padres asimilaron como el dice "El sistema brasilero" ellos pusieron un pequeño negocio y me acuerdo que trabajabamos los domingos, no habia feriado, y si hacia falta en el tiempo de cosecha las 24 horas, no perdiamos el tiempo tomando terere, ni jugando voley, pero si cada año hasta ahora, nos ibamos unos 20 dias de vacaciones a las playas brasileñas porque tambien nadie es de hierro, ahora mis padres pueden llevar una vida mas tranquila porque sus negocios ya funcionan casi solo, yo soy abogado y mi hermanos gerente aqui en Paraguay de una empresa brasileña de alimentos en donde entro de vendedor y ascendio en menos de 2 años al maximo cargo porque reunia el perfil que ellos deseaban, un paraguayo natural pero con "El sistema brasileño"
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