Ahora que la cosa, entendida como la oportunidad del trabajo, no está bien ni en Paraguay ni en España se presenta el dilema de qué hacer. Hay quiénes se aferran a la idea de quedarse en España, si ya estuvieran aquí y; quienes prefieren retornar a Paraguay, porque no tienen trabajo.
También están los que, a cualquier precio, desean salir de Paraguay.
Por todo lo que sabemos a diario a través de Internet, en nuestro país el panorama es poco menos que tétrico. Un amigo me dijo en estos días que a medida que son nombrados los nuevos referentes del gobierno de Fernando Lugo no se vislumbran esperanzas de mejores tiempos. A mi parecer esto es un juicio apresurado. Es más, no debemos esperar de las personas nombradas en el Ejecutivo el anhelado cambio sino de todos nosotros.
Pienso que si añadiéramos un poco de optimismo a nuestros pensamientos mucho estamos aportando para que en el país llegue el cambio. Eduard Lorenz decía que el aleteo de una mariposa en Australia puede desencadenar un tornado en Nueva York. Bien valga este famoso principio “de la mariposa” o “del caos” para comprender que cada uno de nosotros es esa mariposa.
Otra persona amiga me habla desde Paraguay sobre la famosa “calidad de vida” que hay en España. Frente a muchos países de América Latina y África aquí hay mucho más calidad de vida, pero el trabajo empieza a escasear. Así las cosas, no es suficiente pensar que en la Península Ibérica hay calidad de vida; hay que pensar, sobre todo, si aquí hay trabajo para todos. Sin trabajo que permita un sueldo no hay calidad de vida.
Para disfrutar de todo lo bello del Primer Mundo se requiere del dinero.
Muchos paraguayos en Paraguay no tienen la menor idea de la paupérrima vida que llevan miles de paraguayos que mandan dinero a Paraguay mensualmente. Por dignidad y pudor la mayoría no cuenta que, por ejemplo, deben dormir amontonados en cuartos de tres por dos metros; que por que no falte nada en Paraguay muchos dejan de comer y, ni qué decir, asistir a las fiestas; que para vestirse concurren a Cáritas, de la Iglesia Católica.
No es el caso de todos, pero este mal tiende a crecer.
Del mismo modo y en el otro extremo de esta misma recta está el Paraguay. Algunos viven bien de su trabajo; otros, apechugando y; muchos, bastante mal.
¿Qué haría usted si fuera un desempleado en un país distante 13.000 kilómetros del suyo?, ¿seguiría aquí porque aquí hay “calidad de vida”?, ¿si no tiene dinero en la cartera, de qué “calidad de vida” me está hablando?
Ahora que ya se preparan los hombres nuevos a asumir responsabilidades públicas en Paraguay ¿qué podemos hacer nosotros, cada uno, individualmente, por nuestro país, aparte de quejarnos?
También están los que, a cualquier precio, desean salir de Paraguay.
Por todo lo que sabemos a diario a través de Internet, en nuestro país el panorama es poco menos que tétrico. Un amigo me dijo en estos días que a medida que son nombrados los nuevos referentes del gobierno de Fernando Lugo no se vislumbran esperanzas de mejores tiempos. A mi parecer esto es un juicio apresurado. Es más, no debemos esperar de las personas nombradas en el Ejecutivo el anhelado cambio sino de todos nosotros.
Pienso que si añadiéramos un poco de optimismo a nuestros pensamientos mucho estamos aportando para que en el país llegue el cambio. Eduard Lorenz decía que el aleteo de una mariposa en Australia puede desencadenar un tornado en Nueva York. Bien valga este famoso principio “de la mariposa” o “del caos” para comprender que cada uno de nosotros es esa mariposa.
Otra persona amiga me habla desde Paraguay sobre la famosa “calidad de vida” que hay en España. Frente a muchos países de América Latina y África aquí hay mucho más calidad de vida, pero el trabajo empieza a escasear. Así las cosas, no es suficiente pensar que en la Península Ibérica hay calidad de vida; hay que pensar, sobre todo, si aquí hay trabajo para todos. Sin trabajo que permita un sueldo no hay calidad de vida.
Para disfrutar de todo lo bello del Primer Mundo se requiere del dinero.
Muchos paraguayos en Paraguay no tienen la menor idea de la paupérrima vida que llevan miles de paraguayos que mandan dinero a Paraguay mensualmente. Por dignidad y pudor la mayoría no cuenta que, por ejemplo, deben dormir amontonados en cuartos de tres por dos metros; que por que no falte nada en Paraguay muchos dejan de comer y, ni qué decir, asistir a las fiestas; que para vestirse concurren a Cáritas, de la Iglesia Católica.
No es el caso de todos, pero este mal tiende a crecer.
Del mismo modo y en el otro extremo de esta misma recta está el Paraguay. Algunos viven bien de su trabajo; otros, apechugando y; muchos, bastante mal.
¿Qué haría usted si fuera un desempleado en un país distante 13.000 kilómetros del suyo?, ¿seguiría aquí porque aquí hay “calidad de vida”?, ¿si no tiene dinero en la cartera, de qué “calidad de vida” me está hablando?
Ahora que ya se preparan los hombres nuevos a asumir responsabilidades públicas en Paraguay ¿qué podemos hacer nosotros, cada uno, individualmente, por nuestro país, aparte de quejarnos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario