En abril se eligen nuevas autoridades de nuestro país; no sólo al nuevo Presidente de la República, sino también a nuevos parlamentarios y gobernadores de los 17 departamentos. El compromiso de los paraguayos es clave, pero existe un grave problemas que entre todos debemos tener conciencia de solucionarlo: la superación de la desconfianza surgida a partir de las sucesivas administraciones poco claras y efectivas tras el derrocamiento de Alfredo Stroessner, 19 años atrás.
Los electores están más que decepcionados con todas las autoridades electas tras aquellos sucesos de 1989. Muchos miles han perdido la confianza hacia la clase política, abandonando incluso el país para radicarse en distantes ciudades donde tengan la oportunidad del trabajo. Es que, en verdad, la incapacidad política se vió claramente diseñada en el cierre de las fuentes de empleo, en la caída del sistema financiero y en la masiva migración de paraguayos hacia Argentina, España y Estados Unidos.
Y esta dejadez del país como causa y efecto de la incapacidad de los políticos, del color que fuere, restó participación de los electores. Sin embargo, todavía cada uno de los paraguayos son responsables de la suerte de la nación, por tanto, están ante la necesidad de participar en las próximas elecciones, así hayan sido engañados una y otra vez.
Quizás los electores de las próximas elecciones presidenciales sepan votar por el candidato que le inspire verdadera confianza y no sólo por el color (rojo o azul, los de los tradicionales partidos políticos nacionales), costumbre que no hizo sino agrandar el espectro de corrupción imperante entre quienes participan en las cúpulas partidarias.
Quizás el masivo éxodo hacia los referidos tres países sea una oportuna escuela cívica para los seis millones de paraguayos y que, en consecuencia, sepan utilizar la única herramienta práctica a su alcance: el voto, en las próximas justas eleccionarias. Es dable pensar que, efectivamente, tras el desmembramiento de las familias paraguayas por la necesidad de salir del país en busca de trabajo, los familiares en Paraguay de quienes emigraron habrán de votar por quienes les parece confiable, así sean o no sean de los partidos políticos a los cuales están o no afiliados.
La corruptela fue el eco, también, de una manera de pensar y actuar en la política partidaria por parte de no pocos paraguayos. La degeneración de lo mejor que tenemos en la democracia: el gobierno elegido por la mayoría, hizo que la misma democracia sea mal mirada por muchos miles de paraguayos, como si el sistema fuese el culpable de la tragedia nacional. Nada más lejos de la verdad y es bueno que tengamos claras las cosas.
La miseria a la que se ha sumergido el país desde el golpe militar de aquel mes de febrero de 1989 es un poco por la irresponsabilidad de los votantes que, a cuentas del color partidario, despreció las candidaturas de aquellos que no eran de su partido, para volver a depositar los votos por los suyos, sosteniendo con ello el perverso sistema administrativo conocido por todo desde hace muchas décadas: el poder y la riqueza para los que están en el poder a cuentas del pueblo que se empobrece cada vez más.
Todos los paraguayos, por tanto, debiéramos involucrarnos en las medidas posibles y como esté a nuestro alcance para influír con el voto de cada uno a la hora de elegir porque, al fin de cuentas, no tenemos otros recursos que nos permitan elegir legítima y legalmente a nuestra futuras autoridades. Nuestro interés por las próximas elecciones serán un freno para los corruptos y una oportunidad para los que puedan aportar desde las funciones públicas para las cuales fueron electos.
El Paraguay es una nación de gente decente. Si todos juntaran buenas voluntades, y las elecciones presidenciales próximas son una brillante oportunidad para el efecto, la comunidad paraguaya habrá de obtener buena tajada. Nosotros, los paraguayos, somos los únicos responsables de nuestro país; nadie elegirá a las autoridades sino nosotros dentro de nuestra casa, el Paraguay; no actuar de ese modo permitirá otros cinco años para los marginales dedicados a la política al solo efecto de esquilmar a la nación (Preparado para la página editorial de la revista "Tricolor", número 5, Madrid, enero de 2008).
Los electores están más que decepcionados con todas las autoridades electas tras aquellos sucesos de 1989. Muchos miles han perdido la confianza hacia la clase política, abandonando incluso el país para radicarse en distantes ciudades donde tengan la oportunidad del trabajo. Es que, en verdad, la incapacidad política se vió claramente diseñada en el cierre de las fuentes de empleo, en la caída del sistema financiero y en la masiva migración de paraguayos hacia Argentina, España y Estados Unidos.
Y esta dejadez del país como causa y efecto de la incapacidad de los políticos, del color que fuere, restó participación de los electores. Sin embargo, todavía cada uno de los paraguayos son responsables de la suerte de la nación, por tanto, están ante la necesidad de participar en las próximas elecciones, así hayan sido engañados una y otra vez.
Quizás los electores de las próximas elecciones presidenciales sepan votar por el candidato que le inspire verdadera confianza y no sólo por el color (rojo o azul, los de los tradicionales partidos políticos nacionales), costumbre que no hizo sino agrandar el espectro de corrupción imperante entre quienes participan en las cúpulas partidarias.
Quizás el masivo éxodo hacia los referidos tres países sea una oportuna escuela cívica para los seis millones de paraguayos y que, en consecuencia, sepan utilizar la única herramienta práctica a su alcance: el voto, en las próximas justas eleccionarias. Es dable pensar que, efectivamente, tras el desmembramiento de las familias paraguayas por la necesidad de salir del país en busca de trabajo, los familiares en Paraguay de quienes emigraron habrán de votar por quienes les parece confiable, así sean o no sean de los partidos políticos a los cuales están o no afiliados.
La corruptela fue el eco, también, de una manera de pensar y actuar en la política partidaria por parte de no pocos paraguayos. La degeneración de lo mejor que tenemos en la democracia: el gobierno elegido por la mayoría, hizo que la misma democracia sea mal mirada por muchos miles de paraguayos, como si el sistema fuese el culpable de la tragedia nacional. Nada más lejos de la verdad y es bueno que tengamos claras las cosas.
La miseria a la que se ha sumergido el país desde el golpe militar de aquel mes de febrero de 1989 es un poco por la irresponsabilidad de los votantes que, a cuentas del color partidario, despreció las candidaturas de aquellos que no eran de su partido, para volver a depositar los votos por los suyos, sosteniendo con ello el perverso sistema administrativo conocido por todo desde hace muchas décadas: el poder y la riqueza para los que están en el poder a cuentas del pueblo que se empobrece cada vez más.
Todos los paraguayos, por tanto, debiéramos involucrarnos en las medidas posibles y como esté a nuestro alcance para influír con el voto de cada uno a la hora de elegir porque, al fin de cuentas, no tenemos otros recursos que nos permitan elegir legítima y legalmente a nuestra futuras autoridades. Nuestro interés por las próximas elecciones serán un freno para los corruptos y una oportunidad para los que puedan aportar desde las funciones públicas para las cuales fueron electos.
El Paraguay es una nación de gente decente. Si todos juntaran buenas voluntades, y las elecciones presidenciales próximas son una brillante oportunidad para el efecto, la comunidad paraguaya habrá de obtener buena tajada. Nosotros, los paraguayos, somos los únicos responsables de nuestro país; nadie elegirá a las autoridades sino nosotros dentro de nuestra casa, el Paraguay; no actuar de ese modo permitirá otros cinco años para los marginales dedicados a la política al solo efecto de esquilmar a la nación (Preparado para la página editorial de la revista "Tricolor", número 5, Madrid, enero de 2008).
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