Detrás de la puerta, esto

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Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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lunes, 24 de diciembre de 2007

Catorce nochebuenas atrás

Nochebuena de 1992. la reunión en las oficinas de Ecomipa, sobre la avenida Artigas de la capital paraguaya, era animadisima. Los veinte hombres presentes - no habían mujeres - se encontraban sentados en torno a la larga y lustrosa mesa de nogal. La cabecera principal estaba ocupada por un oficial general de 51 años de edad y que era el jefe del grupo: Lino César Oviedo Silva.
Era la última reunión del equipo comando de la lista 2 del Partido Colorado de entonces, de cara a las elecciones internas fijadas para tres días después en todo el país. Se elegiría al futuro candidato colorado para la presidencia de la República. Aquel domingo 27 de diciembre de 1993 los del partido fundado por Bernardino Caballero debían optar por Juan Carlos Wasmosy (de la lista 2) o por Luís María Argaña (de la lista 4).
La batuta de la campaña política estuvo en manos del mencionado oficial de caballería.
Aquella Nochebuena era animada en la oficina privada de Wasmosy.
Asistieron, entre otros, Juan Carlos Wasmosy, Angel Roberto Seifart, Juan Carlos Galaverna, Blas N. Riquelme (entonces presidente del Partido Colorado), el mayor Víctor Maldonado (ayudante de Lino Oviedo), Nicanor Duarte Frutos y quien suscribe. Nicanor y yo eramos asesores de prensa del grupo político.
Aquella memorable Nochebuena se ataron todos los cabos, fueron revisados todos los espineles, se hicieron todas las pruebas a la máquinaria de la lista y se comprobó que estuvo a punto, minuciosamente engrasada. Lino Oviedo vuelve a repasar su agenda de operaciones. vuelve a preguntar. Cada uno de los responsables de sus respectivas áreas fueron respondiendo a tu turno. Todo estaba justo y perfecto.
Cercano a las 22.00, Oviedo deseó una feliz Nochebuena a cada uno de los asistentes y terminó por ordenar a su ayudante que trajese del Toyota, su automovil blanco, las bolsas de papel manila. Maldonado trajo tres, grandes, y las dejó en el piso, junto a la silla que ocupaba su comandante. De ella éste extrajo decenas de fajos de cinco millones de guaraníes cada uno y lo fue repartiendo a cada uno de los asistentes, supuestamente para que no falte dinero para las operaciones del domingo próximo (que, si por dinero fuera, todo estaba puntillosamente cubierto). Sobre la lustrosa mesa fue repartiendo fajos, como naipes en una mesa de poker. Y todos fueron guardando como puedan: en los bolsillos, los maletines, las medias, bajo el cinto. Fue la piñata navideña más divertida que pudieron haber experimientado más de uno de los asistentes.
Catorce Nochebuena después se me ocurre pensar que, en el fondo, la política es divertida y generosa con sus protagonistas y que por eso nadie quiere soltarla. Lo de la víspera de Navidad de 1993 fue un botón de muestra para entender que la política no es tanto como nos quieren pintar algunos picos de oro partidarios: sacrificada, desgastante, patriótica.

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