“¡Escribís
en ESTO?, ¡Ñandejara!”
Me causa gracia la cara que ponen algunos de mis amigos
cuando les digo que escribo para este periódico; algunos se callan, no hacen
comentarios; otros, presa del escándalo no dejan de darse el gusto de exclamar
más que interrogar: “¡¿en ESTO, ese semanario de degollados y sexo!?,
¡Ñandejara!” El otro día, una vez más, vi el último número de ESTO en un auto
cero del año, nuevo de paquete, importado legítimo, estacionado en el shopping.
Demasiado da gusto la conducta de la gente. Fíjense nomás.
Tengo un vecino que compra todos los miércoles este semanario pero, me comentó,
que no se anima a leer en el colectivo y por eso guarda en su mochila; le da
vergüenza, he´i leer entre la gente, pero ni bien llega a su casa devora página
por página, renglón por renglón, foto por foto y, desde luego, aviso
publicitario por aviso publicitario.
“Esa revista que lee la gente pobre e ignorante”, me dijo
una villarriqueña cuando leyó mi artículo aquel sobre Teresita Lichi. Sí, pero
leyó la revista mas ¿para qué la voy a contraatacar con un “sí, pero leíste”? A
propósito, me contaron que aquel artículo habían leído los abogados, jueces,
fiscales, maestras, empresarios, mercaderas, periodistas, hasta los curas y las
monjas.
Sí, ensayando una defensa, esta es una revista con un perfil
definido. Publica informaciones y comentarios sin tapujos, sin esconder nada
para un público que gusta leer sin tapujos, que quiere saber todo y ver todo y
que no quiere que nada quede a la imaginería.
Ampliando la defensa también diría que el médico cura no
solo al cura sino también a la prostituta; el abogado defiende al decente como
al que está acusado de indecencia; el arquitecto diseña una casa para el
cliente catedrático universitario como para también el narcotraficante.
Del mismo modo, los periodistas escribimos para lectores de
Abc como para los de ESTO. Somos profesionales de la comunicación.
Pero volvamos a lo que es, al menos para mi modo de ver las
cosas, la conducta de algunas personas que critican el contenido de algunas
publicaciones y requeté aseguran que no leen “esas cosas”. Pero - ¡oh!,
sorpresa - en sus perfiles de Facebook
te encontrás con cada comentario que hacen o con cada foto que hay entre los
suyos.
Me recuerda a aquel famoso pastor protestante que tenía un
no menos famoso programa de televisión desde el cual mandaba al diablo a todos
los pecadores pero que se le sorprendió haciendo sexo con prostitutas; o, el
mismo Fernando Lugo que siendo obispo se masticaba a las doncellas a su alcance.
Conozco una señora super santularia que se separó del marido
hace años porque había sido que a ella le gustaba el cura de la parroquia. Un
día su marido la siguió, les fotografió a pura piel y se separó. Es (vive
todavía) una señora que nos decía a los jovencitos que en vez de andar por las
fiestas “leamos La Biblia”. Haz lo que yo digo y no lo que yo hago…
Tomo y retomo, he´i Calé: Esta revista no es gratuita ni de
circulación obligatoria. Tiene un precio y su venta, sobre todo su compra, es
libre y soberana. Forma parte de esto que honra mucho a los paraguayos, la
libertad de expresión. Compra quién quiere comprar (generalmente, me confirman,
falta todo), sin ninguna obligación. Y, felizmente, la gente ejerce su derecho
a elegir y no como en Venezuela y Cuba donde solo se lee lo que a sus
respectivos dictadores se les antoja.
Yo no quiero hablar de doble moral y todas esas cosas. Que
la gente haga lo que quiera en tanto y en cuanto no dañe a los demás y ya está.
Que uno elija lo que quiera comer, tomar o leer. Para eso gana su dinero. Que
despliegue, pues, las alas de su libertad y monte vuelo. Yo sé que muchos
amigos míos, de esos que tienen estancias, pasan sus vacaciones en Las Bahamas
y leen a Borges, Saramago y Baroja, también leen ESTO. Conozco a uno que es
lector compulsivo del semanario.
Es lo que yo hago en cuanto al ejercicio de la libertad
individual y de prensa: decido escribir en ESTO (además está dirigido por mi
amigo Atilio) con libertad profesional, con la libertad con que cada uno, responsablemente,
hacemos nuestras tareas en bien propio y de los demás.
Eso nomás.
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