Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

Temas disponibles en este blog

domingo, 3 de abril de 2011

Perdimos la confianza

Librada es una señora que con su moto recorre los barrios de Luque para cobrar a los usuarios de la empresa recolectora de basuras. Señora amable y respetuosa. También me cobra mensualmente por el servicio. El otro día fue asaltada en las cercanías de mi casa, me comentaría después.
Ahora, ella tiene miedo de todo el mundo.
Era media tarde. Llegó a la casa de una usuaria al lado de una de esas despensas chiquitas y enrejadas precisamente por temor a los asaltantes.
Saludó a dos hombres "bien vestidos, uno de ellos con remera negra a quienes miré en la cara. Como bajaron de una moto, pensé que eran cobradores de alguna firma. Nosotros los cobradores de la calle nos saludamos habitualmente", dijo.
Me comentó que mientras manipulaba sus facturas y recibos, siempre sentada en su moto desde donde pensaba cobrar a la vecina, sintió que desde atrás entre sus costillas el cilindro de un arma apretándola y el "esto es un asalto, dame tu celular, tu plata y la llave de tu moto" estallando en sus oídos.
Se asustó, obvio. Entró en pánico.
Eran los mismos "bien vestidos" a quienes había saludo segundos antes. Ocurrió el asalto ante los ojos de los vecinos que salieron a mirar antes que auxiliar (¿cómo, al fin de cuentas, ante dos hombres armados?).
Los asaltantes huyeron del sitio con el botín. Se sabría después que fueron a asaltar una casa en las cercanías.
Librada no fue asesinada. Felizmente.
Ella vivió lo que muchos miles ya han sufrido pero cuyas experiencias no fueron capitalizadas para bien de los demás. Ni la policía, ni la justicia, ni los responsables de escribir, modificar o anular las leyes hacen lo que la ciudadanía reclama, seguridad.
Su caso no tuvo prensa. Si bien estuvo en la frontera entre la vida y la muerte nadie sabe de ella porque no tiene la resonancia del caso Gabriel Franco que ligo un tiro gratuitamente de parte de dos paranoicos.
Ahora la mujer cobradora ya no confía en los demás. Como miles de paraguayos hemos perdido lo más esencial de nuestra identidad, la confianza.
Ya no confiamos en nadie porque demasiado muchos son los paraguayos que interpretan la democracia como la oportunidad para perjudicar a los demás. Y ante ellos estamos perdiendo la batalla.
Ya no confiamos porque la policía que nos toca como responsables de nuestra seguridad está infectada de delincuentes que, en sus horas libres, salen a asaltar. No confiamos en nadie porque gente en, como Karina Rodríguez, institucionaliza a grupos de extorsionadores y marginales como a los autodenominados "cuida" coches.
Ya dejamos de confiar porque el mismísimo ministro del Interior, admitiendo que la policía está en manos de corruptos, no nos habla más que de lo bien equipada que está la institución, de que están luchando contra los delincuentes, de que la mar en coche.
Siempre somos nosotros, los de a pié, los que andamos por los barrios, los del día a día, los que somos suma para la mayoría, quienes debamos terminan perdiendo porque la verdad es que no hay seguridad, ni lo mínimo, en cualquier sitio, en cualquier hora, para cualquiera.
Lo de Librada es el caso de los paraguayos, pero nadie desde el poder se preocupa por amparar al ciudadano. Están en otra cosa...
Hemos perdido la confianza, la mutua confianza, una buena parte de nuestra identidad paraguaya. Nos mutilaron.

No hay comentarios: