No se sorprendan por mi carta. Nunca les escribí una sola línea. Personalmente no los conozco. Nunca nos hemos cruzado en la vida y por tanto, en apariencias, no tiene sentido que les escriba una carta. Pero esta vez les pido que se hagan de tiempo, sé que son muy ocupados, y lean mi carta, así no seamos ni conocidos ni, mucho menos, amigos.
Tengo algo muy importante - vital - por decirles, por eso les escribo.
Observen:
Ustedes son los tres paraguayos más importantes y poderosos en estos momentos. El presidente de la República, el presidente de la Corte Suprema de Justicia y el presidente del Parlamento Nacional, ustedes, respectivamente, son los que ejercen los poderes del Estado.
Les escribo para pedirles seguridad como responsables que son de los poderes del Estado.
Les pido en el lenguaje llano del hombre de calle; de ese que en las madrugadas, antes que ustedes, a lo mejor, se levanten de la cama, ya está en las esquinas aguardando un colectivo que les lleve al trabajo.
Me dirijo a ustedes en el lenguaje limpio del joven estudiante que, mochila al hombro, va con miedo al colegio andando por las calles infectadas de delincuentes prestos a matarles por esa mochila.
Les hablo como quién crió hijos y sabe de los sufrimientos cuando ellos están en la calle, en los transportes públicos, en el coche, entre la gente.
Hemos perdido la esperanza hacia la seguridad. Y eso todavía es peor porque, lo saben, la esperanza es lo último que se pierde. Estamos sin saldos de esperanza.
Permítanme reclamarles, entonces, que ejerzan el poder para que los delincuentes ya no nos maten. No les diré que están aflojando las cinchas porque, quién sabe, en una de esas me toman como un operador político a favor de algunos partidos y, les ruego, no me tomen por ahí porque si yo entrara en ese terreno solo diría tonterías.
Lo que que nos pasa a los paraguayos demanda mi seriedad como ciudadano de calle. Este estado de violencia que sufrimos no es tontería para hacerles perder su tiempo en tonterías.
Soy un hombre común, uno de los 6.500.000 paraguayos que puede morir desangrado en una vereda cualquiera, en momento imprevisto, en manos de un motochorro, un adolescente drogado o un polibandi de franco, de gandules, golfos y degenerados para quienes nuestras vidas son nada.
Nuestras vidas, respetados señores Lugo, Benitez y Oviedo, deben ser defendidas por ustedes. Para eso están en sus cargos. Ustedes tres deben ser los primeros en actuar contra la violencia, porque para eso se les dio el poder; nosotros también rechazamos la violencia pero no tenemos poder para poner la casa en orden.
¡Uf!, nuestra casa, nuestra querida casa...
¡La casa está en desorden! Y ustedes tres son los responsables de esta casa. En esta, más que casa, nuestro hogar, el Paraguay, vean que los muebles no están en su lugar; hay ropas sucias tiradas sobre el sofá, los platos sucios en la bacha amontonan cucarachas y atraen ratones, la heladera huele a carne y verduras podridas, vea cómo está el water y los papeles higiénicos tirados en el piso; las camas sin arreglar, el techo cubierto de telaraña.
¡Nuestra casa está patas para arriba! Nadie pone orden en nuestra casa. Ustedes son quienes deben poner orden.
Apliquen la escoba de la ley; si esta escoba está muy gastada, traigan otra que sirva para limpiar. Pongan la casa en orden. Actúen como responsables de la casa. No se queden mirando desde donde están. Asuman sus respectivas responsabilidades, para eso son los tres paraguayos con más poder en el país. Ejerzan sus poderes a favor de la ciudadanía decente, esa mayoría, y directamente contra los delincuentes. Vayan al cuerpo contra la marginalidad.
Les pido, por favor, que no nos discurseen más. Actúen nomas. No se justifiquen, hagan. No nos pidan más paciencia, ya tenemos demasiados muertos porque ustedes están aflojando. Yo, ciudadano común, tengo la responsabilidad de comportarme con respeto hacia los demás. Sean respetuosos también ustedes actuando con la responsabilidad del gobernante. Demuestren respeto hacia los paraguayos actuando con firmeza contra los que nos atacan a diario.
Ya no hay cien días de tolerancia (el señor Lugo ya lleva tres años en el poder y todavía la policía a su cargo no nos garantiza seguridad); no nos pidan más tolerancia porque ya no hay, porque ustedes ya gastaron todas las que les dimos.
Despreocúpense de tomar los micrófonos y las cámaras de los medios periodísticos para justificarse ante este desastre social que sufrimos. Hagan que los jueces, fiscales y policías sirvan a la comunidad paraguaya. De eso se trata la tarea de ustedes. Así como administran no nos sirve. Nos dirán que la ley no acompaña, pues cambien la ley. Cambien ahora, no mañana. Ahora. Porque ahora están matando los delincuentes a nuestras familias.
No esperen que la delincuencia cobre la vida de uno de sus seres queridos para actuar. Actúen como estadistas, como hombres con coraje, como gobernantes augustos.
Les escribo un sábado a la noche, en casa, sin ganas como antes para salir a un bar asunceno o a la casa de mis amigos o familiares a juntarme con ellos porque la calle no es segura, porque todas las calles están en manos de los marginales y ustedes tres lo saben.
Les escribo la noche antes de un domingo que, vaya saber, con cuantas noticias de muertes nos sorprenderá al amanecer.
Jamás les hubiera molestado ni siquiera con una línea de mi carta si ustedes se remangaban contra la delincuencia. Me hubiera gustado pedirles personalmente, pero ustedes están muy ocupados en otras cosas que también son importantes, reconozco, como para que me reciban y escuchen mi reclamo. Estoy de acuerdo. Sin embargo, lo más importante de ahora no están haciendo, la seguridad. Esta es la deuda de ustedes con la ciudadanía. Y les pido por escrito que hagan lo que deban hacer.
Finalmente, no anoten lo que les digo. Actúen. Ya no hay tiempo para deliberar en un nuevo equipo de seguridad nacional, el túnel secreto por donde escaparon otros irresolutos que les precedió en el cargo. Por tanto, por favor, no nos prometan estudiar nuestra petición. No. Hagan lo que el cargo les permite. Para eso fueron electos. Hagan un esfuerzo por la vida, ya no permitan más muertos. Dennos la oportunidad de vida. Dennos tan siquiera la oportunidad de volver a creer en la autoridad electa y; de que ni ustedes ni nosotros sigamos siendo la burla de quienes pistola y cuchillos en ristre hacen de nosotros lo que mejor les parece.
Atentamente.
Efraín Martínez Cuevas
(foto: fotolia.com)
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