Eligio Ayala es uno de los ejemplos de que con la buena voluntad, ese lado mágico del ser, se puede todo. El que sería presidente de nuestra nación y ministro de Hacienda provenía de una familia pobre de Mbuyapey, no reconocido por su padre Mariano Sisa y criado y educado por Manuela Ayala, su madre.
Eligio, evidentemente, deseó intensamente llegar a una meta a fuerza de sacrificio, de perseverancia pura, con fortaleza, dignidad y coraje. Manuela, como era de suponer, se puso a su lado a guerrear en pos de dicho objetivo.
Y llegó a ser lo que deseaba, un hombre útil para sí y la sociedad, de mucho provecho para la patria. Deseaba llegar y llegó; se fijó una meta y lo alcanzó con creces.
Recuerdo a Eligio Ayala en vísperas de trasladar sus restos al Panteón Nacional de los Héroes, porque muchos dicen en Paraguay que los niños y jóvenes se postergan por causa de la pobreza; sí, por la pobreza, pero de voluntad, sumado al entorno del "peichante", "oi porama ningo", "maerá piko".
La pobreza no pasa de ser la excusa de los carentes de buena voluntad; de los que les da igual ser dignos o indignos, honrados o deshonrados, valientes o cobardes. Abraham Lincoln provenía de una familia extremadamente pobre que no tenía ni para el pan diario; aprendió a leer con La Biblia y llegó a ser lo que fue.
De que Paraguay está infectado de pobres de voluntad no me caben dudas. Esa es nuestra peor pobreza y que nos lastima a diario.
Ortíz Guerrero no hubiese llegado a ser el gran poeta paraguayo si de pobreza se tratara; este sí que era un mboriahu apí sin más recurso para abrirse paso que su voluntad. Se dispuso a ser poeta, como Eligio Ayala presidente de la república, y lo logró. Tuvo confianza en sí mismo, creyó en su potencial íntimo y llegó.
Ayala eligió ser honrado y vaya que lo fue. Honrado hasta el carakú de la argelería y al extremo de molestar a muchos, como debía ser y de esperar. No hay canalla mayor que las personas honradas decía Miguel de Unamuno.
Su honradez era capaz de defender hasta con el revolver siempre desenfundado y listo sobre su escritorio de ministro.
Con la buena voluntad podemos ser hombres enteros, no meros fantasmas, remedos de hombres. Hoy nuestros país sigue manejado por remedos de hombres decentes que mencionan a Eligio Ayala como un gran ejemplo pero que se niegan actuar en base a su ejemplo. Al menos no se nota que quieren ser como él.
Pienso que la nación no puede volar más alto por falta de voluntad del individuo quién siempre está en búsqueda de una excusa para no avanzar; ya la pobreza, el Estado, los partidos políticos, la influencia de los países grandes, el tiempo hasta de la de Saturno y Plutón. El paraguayo es un natural abdícrata, al límite de la necedad, para cuando de justificar su pobreza se trate. Todos son culpables de su pobreza y miseria, menos él, según él.
Ahora que todos vuelven a recordar a Eligio Ayala, que valga su ejemplo para los encaprichados en culpar a todos de la desgracia que sufre. Sepamos ponernos de pie asumiendo nuestros compromisos individuales en bien nuestro y de los nuestros. Desensillemos este caballo salvaje que tomamos por montado. Copiemos a Eligio Ayala.
Eligio, evidentemente, deseó intensamente llegar a una meta a fuerza de sacrificio, de perseverancia pura, con fortaleza, dignidad y coraje. Manuela, como era de suponer, se puso a su lado a guerrear en pos de dicho objetivo.
Y llegó a ser lo que deseaba, un hombre útil para sí y la sociedad, de mucho provecho para la patria. Deseaba llegar y llegó; se fijó una meta y lo alcanzó con creces.
Recuerdo a Eligio Ayala en vísperas de trasladar sus restos al Panteón Nacional de los Héroes, porque muchos dicen en Paraguay que los niños y jóvenes se postergan por causa de la pobreza; sí, por la pobreza, pero de voluntad, sumado al entorno del "peichante", "oi porama ningo", "maerá piko".
La pobreza no pasa de ser la excusa de los carentes de buena voluntad; de los que les da igual ser dignos o indignos, honrados o deshonrados, valientes o cobardes. Abraham Lincoln provenía de una familia extremadamente pobre que no tenía ni para el pan diario; aprendió a leer con La Biblia y llegó a ser lo que fue.
De que Paraguay está infectado de pobres de voluntad no me caben dudas. Esa es nuestra peor pobreza y que nos lastima a diario.
Ortíz Guerrero no hubiese llegado a ser el gran poeta paraguayo si de pobreza se tratara; este sí que era un mboriahu apí sin más recurso para abrirse paso que su voluntad. Se dispuso a ser poeta, como Eligio Ayala presidente de la república, y lo logró. Tuvo confianza en sí mismo, creyó en su potencial íntimo y llegó.
Ayala eligió ser honrado y vaya que lo fue. Honrado hasta el carakú de la argelería y al extremo de molestar a muchos, como debía ser y de esperar. No hay canalla mayor que las personas honradas decía Miguel de Unamuno.
Su honradez era capaz de defender hasta con el revolver siempre desenfundado y listo sobre su escritorio de ministro.
Con la buena voluntad podemos ser hombres enteros, no meros fantasmas, remedos de hombres. Hoy nuestros país sigue manejado por remedos de hombres decentes que mencionan a Eligio Ayala como un gran ejemplo pero que se niegan actuar en base a su ejemplo. Al menos no se nota que quieren ser como él.
Pienso que la nación no puede volar más alto por falta de voluntad del individuo quién siempre está en búsqueda de una excusa para no avanzar; ya la pobreza, el Estado, los partidos políticos, la influencia de los países grandes, el tiempo hasta de la de Saturno y Plutón. El paraguayo es un natural abdícrata, al límite de la necedad, para cuando de justificar su pobreza se trate. Todos son culpables de su pobreza y miseria, menos él, según él.
Ahora que todos vuelven a recordar a Eligio Ayala, que valga su ejemplo para los encaprichados en culpar a todos de la desgracia que sufre. Sepamos ponernos de pie asumiendo nuestros compromisos individuales en bien nuestro y de los nuestros. Desensillemos este caballo salvaje que tomamos por montado. Copiemos a Eligio Ayala.
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