Ando invitando a mis amigos a asistir a la presentación de mi libro "Cómo hablan los españoles" en Villarrica, el 6 de octubre, en el Centro Español. En Asunción no es fácil reunir a mucha gente a actos de esta naturaleza. La presentación de un libro no es lo mismo que una comedia con humoristas y mujeres de exquisitas curvas. Pero los organizadores confían con que habrá concurrencia (esto lo escribo antes del lanzamiento, claro).
Villarrica es una ciudad paraguaya donde tengo una ventaja de cara al lanzamiento de mi libro: no hay mucha novedad y como no vivo allí, capaz que por curiosidad la gente concurra para ver de quién se trata el autor y, sobre todo, de qué se trata el "espectáculo".
Villarrica es una ciudad paraguaya donde tengo una ventaja de cara al lanzamiento de mi libro: no hay mucha novedad y como no vivo allí, capaz que por curiosidad la gente concurra para ver de quién se trata el autor y, sobre todo, de qué se trata el "espectáculo".
No se si mi librero distribuidor, Julio Dominguez, logrará vender los libros lo suficiente como para cubrir los gastos, pero eso es harina de otro costal. Ya veremos, por ahora ando empeñado en invitar a todo el mundo a ver si somos algo más de cinco a ocho personas como o curre, a veces, en algunos lanzamientos de libros en Asunción.
Hay que reconocer, algunas actos de este tipo suelen ser más aburridos que chupar un clavo.
En esto de la presentación de libros es un problema no tener la fama de un García Márquez. A veces, sin embargo, me conformo con saber que el colombiano tuvo que empeñar su anillo de bodas, lo mismo que el de su esposa, para enviar sus originales a un editor de Buenos Aires para ver si era interesante su primer trabajo al que puso por título "Cien años de soledad". Yo todavía no empeñé nada para publicar mis libros.
Esto de andar escribiendo no es para ansiosos, aprendí. A la espera del éxito uno bien puede morir en el camino (lo que se llama morir en el intento). A propósito, algunos autores acceden a la fama después de muertos. La verdad es que no me atrae ese recurso para que mis libros estén en muchas bibliotecas.
Por de pronto me conformo con presentar el libro en mi querida Villarrica del Espiritu Santo. Espero ver allí a mis antiguos amigos, disfrutar de un buen vino, charlar de lo que nos gusta y dejar transcurrir, plácida, la noche al pie del Ybytyruzú a cuentas de un lanzamiento de libro.
Hay que reconocer, algunas actos de este tipo suelen ser más aburridos que chupar un clavo.
En esto de la presentación de libros es un problema no tener la fama de un García Márquez. A veces, sin embargo, me conformo con saber que el colombiano tuvo que empeñar su anillo de bodas, lo mismo que el de su esposa, para enviar sus originales a un editor de Buenos Aires para ver si era interesante su primer trabajo al que puso por título "Cien años de soledad". Yo todavía no empeñé nada para publicar mis libros.
Esto de andar escribiendo no es para ansiosos, aprendí. A la espera del éxito uno bien puede morir en el camino (lo que se llama morir en el intento). A propósito, algunos autores acceden a la fama después de muertos. La verdad es que no me atrae ese recurso para que mis libros estén en muchas bibliotecas.
Por de pronto me conformo con presentar el libro en mi querida Villarrica del Espiritu Santo. Espero ver allí a mis antiguos amigos, disfrutar de un buen vino, charlar de lo que nos gusta y dejar transcurrir, plácida, la noche al pie del Ybytyruzú a cuentas de un lanzamiento de libro.
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