Detrás de la puerta, esto
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martes, 6 de julio de 2010
Que esto no le pase
Señor ministro:
Lamento molestar su atención. Le quiero hablar sobre lo que, seguro, muchas personas ya le habló: la inseguridad en el Paraguay y de la que usted es el responsable.
Déjame decirle que tener a manos 24.000 policias (como dicen que es el cuerpo policial del pais) de nada sirve si al menos no encontraramos en 20.000 metros cuadrados en el microcentro asunceno a uno de ellos si así las urgencias reclaman.
Hoy sufrí la inseguridad del país y la denuncié a la esferas policial respectiva. Ruego pida informes a la Policía Nacional, sobre todo a la Comisaría Tercera, sobre el caso que soporté y que bien podía haberme costado la vida.
Lo que pasó le sintetizo en pocas palabras: dos jovenzuelos se encargaron de robarme todo el dinero que tenía conmigo en la calle General Díaz entre Nuestra Señora de la Asunción y Chile, a las 9.30 de la mañana de hoy.
Ante tal aprieto busqué de inmediato un policía en la esquina General Díaz y Nuestra Señora pero no encontré, busqué en el siguiente y no encontré, corri hacia Palma, no había; seguí en los bajos de Presidente Franco hasta que llego a la Comandancia de la Policía, donde hice mi primera queja, cansado de correr, apenas un descargo ante la impotencia emanada de la inseguridad asuncena.
Ya no aspiro que el servicio de seguridad, por llamarlo de algún modo, atrape a los anónimos y que, atrapados, me devuelvan el dinero robado. No. Sé que eso cae dentro de lo milagroso y lo milagroso es lo menos abunda entre nosotros. Solo le pido que los policias estén en las esquinas de Asunción, al alcance de los ciudadanos que, atacados, tengan la opción de recurrir a su ayuda.
Pero, anótelo, los policías de la seguridad nacional a su cargo no están en los lugares públicos, sobre todo en los lugares concurridos por donde los micros bajar y suben pasajeros. Tampoco suben a estos para pedir documentos a los pasajeros, una medida disuasiva para los que andan con planes delincuenciales.
En el Departamento de Relaciones Públicas de la Policía Nacional me informaron que el microcentro asunceno debe estar bajo el cuidado de la Comisaría Tercera. Un oficial de esta me dice que los policías que deben estar por el microcentro son los policías urbanos que, le repliqué, ya no están al menos con el uniforme azul.
La inseguridad es nuestra realidad porque siempre hay una excusa de la institución para justificar la inseguridad, así hayan 24.000 policías, todas las armas que necesiten los policías y las patrulleras nuevas, hasta helicópteros para el mejor desempeño de sus funciones.
El ciudadano no quiere saber a cargo de qué clase de policia corresponde la seguridad. Quiere saber si la policia puede ayudarle y, para el efecto, que esté a su alcance.
Pero, el ciudadano está desprotegído porque el policía no está en su puesto: en la calle, en los transportes públicos (excepto como pasajeros y cómodamente sentados, la mayoría, aún cuando hayan pasajeras paradas), en las paradas de micros, en los lugares donde hay conglomerados de personas.
No le diré que la policía a su cargo tiene graves deficiencias en lo más íntimo de la individualidad: su moral. No. Le diré solo que la policía de su responsabilidad no otorga la seguridad que merecemos los paraguayos. Los que vivimos en nuestro país estamos empachados de tanta inseguridad y usted es uno de los principales responsables de esta informalidad, que raya los terrorífico.
Permitame hablarle con dureza, pero con franqueza, a ver si reacciona y hace que, al menos, los policías estén en las esquinas para cuando se los necesite y no, apiñados a las 9.30 de la mañana, a la sombra de un árbol o al amparo del aire acondicionado de una oficina, tomando tereré mientras a nosotros se nos roba, asalta o secuestra.
Me dirá usted que la ley está contra la policía como muchos dicen para justificar su inacción. Entonces, procure hacer cambiar la ley, para eso tiene poder.
No le pido más, como muchos querrían pedirle todos los días, sino lo justo: que la policia con su presencia en las calles sea un juego a favor de la decencia y; no con su ausencia, haciendo el guiño a los delincuentes.
Usted, como ministro del Interior, sabe que de la seguridad depende que las sociedades funcionen. Si no se hace respetar las reglas la sociedad se convierte en un caos. Usted sabe: nuestra sociedad es un caos. Pero saber no es suficiente, debe actuar. En una sociedad con leyes es la Policía que debe actuar para poner orden.
Pero no puede poner orden si sus efectivos no están en sus puestos: la calle.
Un ministro del Interior debe jugar al duro. Es más: debe ser el más duro de los paraguayos. Aprovecho para decirle que usted no muestra dureza.
Ruja, ministro; hágase entender en el idioma de quién ordena.Usted no está para ganar aplausos por sonrisa sino por cumplir y hacer cumplir la tarea con rigor profesional.
Pegue un puñetazo a la mesa y verá que los policías a su cargo cumplen la orden. Si usted no es duro, cada ciudadano paraguayo y extranjero residente en nuestro país, seguirá en manos de los delincuentes que, hasta ahora, hacen valer su ley a cuentas de la que usted debe hacer valer.
Desde luego, si no puede con toda la responsabilidad, es también su compromiso dar un paso al costado para que alguien , con coraje, asume la misión y nos defienda de tanta violencia urbana y rural que sufrimos en la nación.
Compréndame y comprenda a los miles de paraguayos que sufrimos a diario esta permisividad que araña la locura.
Atentamente
Efraín Martínez Cuevas
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AL EXCMO. SEÑOR MINISTRO DEL INTERIOR, RAFAEL FILIZZOLA
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