En medio de tanta corrupción que nos golpea a cada instante allí donde pongamos nuestros sentidos, quiero referirme hoy al milagro que está curando a Salvador Cabañas. No me cabían dudas: los milagros existen, como existen Dios, El Espiritu Santo, Jesús, los ángeles, los santos, la Virgen María.
Decía Dale Carnegie que si ninguna de sus fórmulas para el éxito no funcionaban se debía orar. Con Salvador Cabañas pienso que pasó lo mismo. Todo el mundo se largó a orar. El resultado es que el fútbolista paraguayo terminó abriendo los ojos y pidiendo comer un asado.
Los últimos días fueron suficientes para que la humanidad entienda que en la aparente nada están los seres superiores; que el supuesto vacio está lleno de energías capaces de hacer a favor nuestro todo lo que nosotros, desde aquí, no podemos, siempre y cuando pidamos. El "pide y os daré" retumbó en las nubes del alma de todos.
Al otro lado de lo tangible están todos Ellos de entre quiénes quiero referirme a la Gran Madre: La Virgen María, portera de los milagros.
Sé que Ella me conoce tan mundano como, quizás, la mayoría. Con mis pecados, pecadillos y pecadazos a cuestas, no deja de escuchar mis plegarias de abundancia, paz, amor, serenidad, comprensión, armonía y humildad. Ella bien sabe que no soy su mejor hijo, pero no deja de ser la Madre que necesito. Siempre está vigilante para que evitar más caídas.
Si les contara todas mis experiencias con ella, capaz que muchos no crean ¿Cómo contarles que a los ocho años de edad ella me curó de un plumazo una llaga de meses en uno de los dedos de mi pié derecho?; ¿me creerían que también vi la danza del sol, en Chile, por un milagro suyo?
No olvidaré jamás su presencia en mi oficina aquel sábado de mediados de la década de 1990. Me dejó su mensaje y se fue.
¡Uf!, la virgen María es muy sencilla. No complica para hacerse sentir. Está allí donde uno menos espera. Ella pide oraciones y no todos, pareciera, responden como pide. Se ora un poco y luego nada.
Aparece en las casas humildes, en los nichos, en las paredes; deja sus profundos mensajes de amor y se va. Ciertas veces se presenta llenando de luz el sitio visitado.
No sólo apareció en Fátima a aquellos partorcillos; lo sigue haciendo hasta hoy. Ella pide orar, nada más que eso. No pide que juntemos todas las joyas de Paraguay para engalanar su imagen; no pide una propiedad en San Bernardino, un piso en Punta del Este, una cuenta corriente en las Bahamas, un cupo para viajar en primera clase, ni un auto nuevo de paquete. Pide oración; un Padre Nuestro, un Ave Maria y un perdón por los pecados.
A cambio Ella deja milagros. Nos devuelve a nuestro querido Salvador Cabañas, por ejemplo.
Si todos nos pusiéramos a orar para que termine la corrupción, estoy seguro que seremos escuchados y terminará la corrupción.
Entonces, si ya no tenemos otros recursos como recomendara Carnegie, si Cabañas se va curando rápidamente (que asombra hasta al mismo Papa) ¿por qué no oramos todos para que termine la corrupción en Paraguay y la humanidad toda?
De nuevo tenemos una prueba a manos para saber que si golpeamos las puertas se nos abrirá. Yo creo que la Virgen María siempre está parada junto a la puerta para abrirla a quienes quieren un milagro. Ella es la portera de los milagros.
Los últimos días fueron suficientes para que la humanidad entienda que en la aparente nada están los seres superiores; que el supuesto vacio está lleno de energías capaces de hacer a favor nuestro todo lo que nosotros, desde aquí, no podemos, siempre y cuando pidamos. El "pide y os daré" retumbó en las nubes del alma de todos.
Al otro lado de lo tangible están todos Ellos de entre quiénes quiero referirme a la Gran Madre: La Virgen María, portera de los milagros.
Sé que Ella me conoce tan mundano como, quizás, la mayoría. Con mis pecados, pecadillos y pecadazos a cuestas, no deja de escuchar mis plegarias de abundancia, paz, amor, serenidad, comprensión, armonía y humildad. Ella bien sabe que no soy su mejor hijo, pero no deja de ser la Madre que necesito. Siempre está vigilante para que evitar más caídas.
Si les contara todas mis experiencias con ella, capaz que muchos no crean ¿Cómo contarles que a los ocho años de edad ella me curó de un plumazo una llaga de meses en uno de los dedos de mi pié derecho?; ¿me creerían que también vi la danza del sol, en Chile, por un milagro suyo?
No olvidaré jamás su presencia en mi oficina aquel sábado de mediados de la década de 1990. Me dejó su mensaje y se fue.
¡Uf!, la virgen María es muy sencilla. No complica para hacerse sentir. Está allí donde uno menos espera. Ella pide oraciones y no todos, pareciera, responden como pide. Se ora un poco y luego nada.
Aparece en las casas humildes, en los nichos, en las paredes; deja sus profundos mensajes de amor y se va. Ciertas veces se presenta llenando de luz el sitio visitado.
No sólo apareció en Fátima a aquellos partorcillos; lo sigue haciendo hasta hoy. Ella pide orar, nada más que eso. No pide que juntemos todas las joyas de Paraguay para engalanar su imagen; no pide una propiedad en San Bernardino, un piso en Punta del Este, una cuenta corriente en las Bahamas, un cupo para viajar en primera clase, ni un auto nuevo de paquete. Pide oración; un Padre Nuestro, un Ave Maria y un perdón por los pecados.
A cambio Ella deja milagros. Nos devuelve a nuestro querido Salvador Cabañas, por ejemplo.
Si todos nos pusiéramos a orar para que termine la corrupción, estoy seguro que seremos escuchados y terminará la corrupción.
Entonces, si ya no tenemos otros recursos como recomendara Carnegie, si Cabañas se va curando rápidamente (que asombra hasta al mismo Papa) ¿por qué no oramos todos para que termine la corrupción en Paraguay y la humanidad toda?
De nuevo tenemos una prueba a manos para saber que si golpeamos las puertas se nos abrirá. Yo creo que la Virgen María siempre está parada junto a la puerta para abrirla a quienes quieren un milagro. Ella es la portera de los milagros.
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