En esto de comer, los paraguayos somos especiales. No somos de promover nuestra tradición gastronómica que viene de remotas antigüedades. Ni siquiera tenemos claro si por qué se llama "chipa" a nuestro pan de maíz y muchos nos preguntamos si por qué pusimos el nombre de "sopa paraguaya" a la torta de maíz.
El paraguayo, lamentablemente, no es orgulloso de su puchero, ni de su mandioca, ni de su kavure; tampoco de su cocido ni del mbejú; ni del locro, del poroto ni del vori - vori o del casi olvidado quiveve. Toda esa tradición le soflama, cuando en otras naciones vuelve hasta fatuoso al heredero.
Nosotros, descendientes de guaraníes y españoles, no somos de hacer alardes de nuestras comidas. Al contrario, nos avergüenza contar que en casa, en lugar del pan de trigo, acompañamos al cocido con el mbeju, el kavure o con la chipa cocida en la paila.
Y el cocido es todo un tema.
Comentar en público que se bebe esta preciosa infusión guaraní es, como dicen los chicos de hoy, "una pelada total". Hay que decir que en la casa se toma café, como si éste fuese el agua bendita con la que se sacramenta el desayuno o la merienda en Paraguay.
Pocos son los paraguayos orgullosos de su cocido negro, cocido "Chaco", cocido "hú", o de su cocido "cuartel". El mismo que se prepara con azúcar quemado, o sólo con el hervor de la yerba, o el que tiene el añadido de la cáscara de naranja. El aroma mañanero del azúcar quemado en brasas de carbón vegetal en las casas paraguayas no es, curiosamente, del agrado de muchas amas de casa por lo que "dirán los vecinos".
"Cocido nomás toman en la casa de ña fulana", dicen muchos pringados de ignorancia, huérfanos de ideas sobre costumbres de su nación.
La pobreza paraguaya se asocia a sus comidas ancestrales; la riqueza, a las de los españoles, los ingleses, los italianos, los alemanes que vinieron a poblar estas tierras. Mandioca es de los pobres indios guaraníes; pan, de los ricos colonizadores españoles.
La caña es de los pobres borrachos paraguayos; el whisky, de los exquisitos paladares aristocráticos. Caña y whisky son los mismos destilados que emborrachan, enferman y matan si se abusan de ellos. Pero el paraguayo se muere por "borracho infeliz"; el rico extranjero, "por una lesión que se desenvuelve en el hígado y que consiste en la induración de los elementos conjuntivos y atrofias de los demás".
Mate o no mate, la caña es un orgullo paraguayo, como el whisky para los escoceses, el ron para los cubanos, la tequila para los mexicanos, la cerveza para los alemanes.
Pero entre los jóvenes paraguayos es "una pelada" decir que toman Cuba Libre con caña "Tres Leones",. Eso es como pecar contra los santos principios celestiales. Debe decir que "su" Cuba Libre es con ron importado de Cuba.
El paraguayo se avergüenza contar que toma caña con Coca Cola; pero no con "Caipirinha", caña brasileña de baja ralea.
"Tres Leones" es para el paraguayo "tirado, arruinado y amargado"; el ron, para el chuchaje de alto copete asunceno. La caña paraguaya, la caipirinha y el ron cubano son destilados de caña de azúcar. Son iguales con nombres diferentes.
Entonces nos encontramos con que muchos paraguayos sólo procuran aparentar; "tomás whisky importado en vez de tomar Ari" (diminutivo de Aristócrata, una marca de caña paraguaya) dice una jocosa composición de Maneco Galeano parodiando a la joven asuncena "ñembo chuchi".
No me caben dudas que en esto de comer, y tomar, los paraguayos somos especiales. A muchos deshonran el puchero, el locro y el poroto. El guiso con fideo, ni mencionar; en todo caso, habla de "pastas", "capelettis", o, en el peor de los casos "fideos a la salsa blanca" (fideo quesú).
¿A quién se le ocurre invitar a una merienda en la casa con cocido con leche, mbeju, chipas y kose reva? A nadie que esté en su supuesto sano juicio.
Eso sí: café capuchino con canela, bollo de hojaldre, bastoncitos y redondelitos con chocolates, nueces y cerezas, alfajores (si son de Uruguay, servirlos con etiqueta incluida) y panettones (o sea, Pan de Navidad).
Lo mismo se puede decir del consumo de las frutas frescas. Cuando el mango se pierde por toneladas diarias, los paraguayos no lo consumen, pero ni bien termina, compra jalea de mango procedente de Brasil o de la India.
En Paraguay muchos, muchísimos, ricos y pobres están unidos, como siameses, por la ignorancia.
Por eso digo, en esto de comer los paraguayos somos especiales, tontamente especiales, al extremo del vyro chusco, categoría social promedia de la población nacional, que vuelve loco al más pintado sociólogo o antropólogo. Y el vyro chusco es protagonista de una condición social que excede los límites de la riqueza y de la pobreza, sobre el que redundaremos en otra oportunidad.
El paraguayo, lamentablemente, no es orgulloso de su puchero, ni de su mandioca, ni de su kavure; tampoco de su cocido ni del mbejú; ni del locro, del poroto ni del vori - vori o del casi olvidado quiveve. Toda esa tradición le soflama, cuando en otras naciones vuelve hasta fatuoso al heredero.
Nosotros, descendientes de guaraníes y españoles, no somos de hacer alardes de nuestras comidas. Al contrario, nos avergüenza contar que en casa, en lugar del pan de trigo, acompañamos al cocido con el mbeju, el kavure o con la chipa cocida en la paila.
Y el cocido es todo un tema.
Comentar en público que se bebe esta preciosa infusión guaraní es, como dicen los chicos de hoy, "una pelada total". Hay que decir que en la casa se toma café, como si éste fuese el agua bendita con la que se sacramenta el desayuno o la merienda en Paraguay.
Pocos son los paraguayos orgullosos de su cocido negro, cocido "Chaco", cocido "hú", o de su cocido "cuartel". El mismo que se prepara con azúcar quemado, o sólo con el hervor de la yerba, o el que tiene el añadido de la cáscara de naranja. El aroma mañanero del azúcar quemado en brasas de carbón vegetal en las casas paraguayas no es, curiosamente, del agrado de muchas amas de casa por lo que "dirán los vecinos".
"Cocido nomás toman en la casa de ña fulana", dicen muchos pringados de ignorancia, huérfanos de ideas sobre costumbres de su nación.
La pobreza paraguaya se asocia a sus comidas ancestrales; la riqueza, a las de los españoles, los ingleses, los italianos, los alemanes que vinieron a poblar estas tierras. Mandioca es de los pobres indios guaraníes; pan, de los ricos colonizadores españoles.
La caña es de los pobres borrachos paraguayos; el whisky, de los exquisitos paladares aristocráticos. Caña y whisky son los mismos destilados que emborrachan, enferman y matan si se abusan de ellos. Pero el paraguayo se muere por "borracho infeliz"; el rico extranjero, "por una lesión que se desenvuelve en el hígado y que consiste en la induración de los elementos conjuntivos y atrofias de los demás".
Mate o no mate, la caña es un orgullo paraguayo, como el whisky para los escoceses, el ron para los cubanos, la tequila para los mexicanos, la cerveza para los alemanes.
Pero entre los jóvenes paraguayos es "una pelada" decir que toman Cuba Libre con caña "Tres Leones",. Eso es como pecar contra los santos principios celestiales. Debe decir que "su" Cuba Libre es con ron importado de Cuba.
El paraguayo se avergüenza contar que toma caña con Coca Cola; pero no con "Caipirinha", caña brasileña de baja ralea.
"Tres Leones" es para el paraguayo "tirado, arruinado y amargado"; el ron, para el chuchaje de alto copete asunceno. La caña paraguaya, la caipirinha y el ron cubano son destilados de caña de azúcar. Son iguales con nombres diferentes.
Entonces nos encontramos con que muchos paraguayos sólo procuran aparentar; "tomás whisky importado en vez de tomar Ari" (diminutivo de Aristócrata, una marca de caña paraguaya) dice una jocosa composición de Maneco Galeano parodiando a la joven asuncena "ñembo chuchi".
No me caben dudas que en esto de comer, y tomar, los paraguayos somos especiales. A muchos deshonran el puchero, el locro y el poroto. El guiso con fideo, ni mencionar; en todo caso, habla de "pastas", "capelettis", o, en el peor de los casos "fideos a la salsa blanca" (fideo quesú).
¿A quién se le ocurre invitar a una merienda en la casa con cocido con leche, mbeju, chipas y kose reva? A nadie que esté en su supuesto sano juicio.
Eso sí: café capuchino con canela, bollo de hojaldre, bastoncitos y redondelitos con chocolates, nueces y cerezas, alfajores (si son de Uruguay, servirlos con etiqueta incluida) y panettones (o sea, Pan de Navidad).
Lo mismo se puede decir del consumo de las frutas frescas. Cuando el mango se pierde por toneladas diarias, los paraguayos no lo consumen, pero ni bien termina, compra jalea de mango procedente de Brasil o de la India.
En Paraguay muchos, muchísimos, ricos y pobres están unidos, como siameses, por la ignorancia.
Por eso digo, en esto de comer los paraguayos somos especiales, tontamente especiales, al extremo del vyro chusco, categoría social promedia de la población nacional, que vuelve loco al más pintado sociólogo o antropólogo. Y el vyro chusco es protagonista de una condición social que excede los límites de la riqueza y de la pobreza, sobre el que redundaremos en otra oportunidad.
1 comentario:
interesante el articulo, pero quiero agregar que el Paraguay es un pais con tradiciones gastrómicas muy arraigadas. Me atrevo a decir que somos un pais con una identidad alimentaria genuina y creo que estamos orgullosos de nuestras comidas.
La sopa paraguaya y la chipa guazu asi como el vori vori y tantas otras comidas estan en las mesas de los mas pobres y los mas ricos por igual.
En fin, me parece interesante tu analisis, pero incompleto.
Otra cosita y solo para completar. estoy deacuerdo con el tema de la caña y le culpo a las publicitarias que comparan la caña con un whisky cuando en realidad la caña es un ron.
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