Jorge Puig tiene un programa radial que se llama "El doctor Romance" los domingos a la noche. La gente llama para pedir amores, encontrar una persona a quién amar y confiar intimidades. En esto de encontrar amores la humanidad siempre anduvo en desventajas. Por la cantidad de llamadas telefónicas al espacio mencionado me atrevo a pensar que hay más decepciones que alegrías tras la búsqueda.
Buscamos parejas y me parece correcto. Somos gregarios. Hombres y mujeres buscan lo suyo. Bueno, dentro de esa búsqueda hay un poco de todo, donde la búsqueda del sexo, sobre todo por parte de los varones, amenaza ubicarse en primera fila.
Por amor nos morimos. Notable la pareja para que se convierta en el único mundo de quién ama.
En ese mundo la infidelidad mete la mano y adios mundo cruel. La infidelidad, que no es propiedad exclusiva de uno ni de otro sexo, parece que es la causa principal de las separaciones y; a partir de ahí, de nuevo la batalla por encontrar nueva pareja.
Me llama la atención tanta gente que está sola, hombres y mujeres.
Esta noche volví a escuchar la cantidad de esposos que tienen amantes furtivas y; la cantidad de esposas que aman a esposos de otras mujeres.
Las separaciones son generalmente por infidelidades de origen sexual. No siempre la pareja se separa por descuerdos religiosos, ni porque a uno se le ocurre levantarse muy temprano, ni porque sea enfermo de olimpismo mientras la pareja sea cerrista. Nada de eso.
Casi siempre son el "cuerno", la "bandida", la "banda", el "calentón", etc., quienes provocan el rompimiento. Y por causa sexual, los celos - ¡esos malditos celos! - se hacen de cuerpo presente y partir de ahí, los gritos, los espionajes, los llantos, los golpes, las asperezas de la palabra que van y vienen y llegan hasta los familiares, amigos y vecinos.
Pareciera que la relación funciona solo mientras el sexo anda bien; es decir, cuando la exclusividad kamasútrica está a buen recaudo.
Lo que no quiero pensar es que sólo el hombre (no puedo, defiendo a mi género) sea el único infiel de la pareja. La mujer también es infiel. Somos una especie marcada por la infidelidad. Desde luego: hay mujeres fieles y hombres fieles. Pero, como la infidelidad es escandalosa y, por tanto, la razón del asombro, genera la tentación de la generalización de la falta de mútua lealtad.
Y en esto del sexo furtivo entran hasta los sacerdotes, sobre el cual no voy a redundar para que algunos que están en el poder y que leen mi blog no digan que el tema estoy queriendo politizar. No. No hablaré de Fernando Lugo.
Retomo el tema.
¡Cuántos desamores hay en la Tierra!, fenómeno que vuelve argelada a mucha gente. Conozco amigos que no quieren saber nada de tener parejas después del fracaso que han experimentado. Algunos prefieren sumarse a la legión de los cazasexos, de aquellos que - al decir de los pilotos militares - prefieren el toque y despegue y si te he visto no me acuerdo. En este sentido, debemos reconocer que una cana al aire no es igual a un tiro al aire.
En esa legión hay hombres y mujeres. Algunos son felices y otros no tanto en medio de esa soledad a la que adoptó por compañera.
Escuché en el programa decir a una mujer que las mujeres casadas debieran atender u poco más a sus maridos, para que estos no anden "buscando en la calle" a sus amantes. Ni un hombre dijo lo mismo a favor de sus esposas. Toditos se callaron.
Yo conozco un matrimonio donde él es un ejemplo, pero ella es medio cabezuda; sin embargo, ya llevan casi 30 años de estar juntos. Conocí una pareja de casados que parecían una gota de agua. Él, sin embargo, tenía un amor escondido por las cercanías. Ella, enterada de la infidelidad, siguió la relación sin ofrecer resistencia hasta que encontró uno de quién se enamoró y de inmediato pidió el divorcio. La mujer aplicó aquello de que no hay que llegar primero sino hay que saber llegar.
En fin, la gente busca pareja pero ni bien la atrapa otra vez los celos hacen de las suyas. Otra vez la "yegua", "la bandida", la "banda"; el "sombrero", el "cuerno" que, en el mejor de los casos, dejó dos heridos y contusos para volverse a buscar al siguiente amor, candidatado al siguiente desamor.
Es que no aprendemos la lección y cuando aprendemos ya estamos con los achaques, las pastillas, las visitas médicas sin una pareja que comparta con nosotros. Todo porque mientras fuimos más jóvenes medíamos la convivencia por nuestras respectivas capacidades de asumir compromisos sexuales a cuentas de un amor que no era tal sino una candente pasión de la que no escapan ni los hombres ni las mujeres. No sé si me explico.
Buscamos parejas y me parece correcto. Somos gregarios. Hombres y mujeres buscan lo suyo. Bueno, dentro de esa búsqueda hay un poco de todo, donde la búsqueda del sexo, sobre todo por parte de los varones, amenaza ubicarse en primera fila.
Por amor nos morimos. Notable la pareja para que se convierta en el único mundo de quién ama.
En ese mundo la infidelidad mete la mano y adios mundo cruel. La infidelidad, que no es propiedad exclusiva de uno ni de otro sexo, parece que es la causa principal de las separaciones y; a partir de ahí, de nuevo la batalla por encontrar nueva pareja.
Me llama la atención tanta gente que está sola, hombres y mujeres.
Esta noche volví a escuchar la cantidad de esposos que tienen amantes furtivas y; la cantidad de esposas que aman a esposos de otras mujeres.
Las separaciones son generalmente por infidelidades de origen sexual. No siempre la pareja se separa por descuerdos religiosos, ni porque a uno se le ocurre levantarse muy temprano, ni porque sea enfermo de olimpismo mientras la pareja sea cerrista. Nada de eso.
Casi siempre son el "cuerno", la "bandida", la "banda", el "calentón", etc., quienes provocan el rompimiento. Y por causa sexual, los celos - ¡esos malditos celos! - se hacen de cuerpo presente y partir de ahí, los gritos, los espionajes, los llantos, los golpes, las asperezas de la palabra que van y vienen y llegan hasta los familiares, amigos y vecinos.
Pareciera que la relación funciona solo mientras el sexo anda bien; es decir, cuando la exclusividad kamasútrica está a buen recaudo.
Lo que no quiero pensar es que sólo el hombre (no puedo, defiendo a mi género) sea el único infiel de la pareja. La mujer también es infiel. Somos una especie marcada por la infidelidad. Desde luego: hay mujeres fieles y hombres fieles. Pero, como la infidelidad es escandalosa y, por tanto, la razón del asombro, genera la tentación de la generalización de la falta de mútua lealtad.
Y en esto del sexo furtivo entran hasta los sacerdotes, sobre el cual no voy a redundar para que algunos que están en el poder y que leen mi blog no digan que el tema estoy queriendo politizar. No. No hablaré de Fernando Lugo.
Retomo el tema.
¡Cuántos desamores hay en la Tierra!, fenómeno que vuelve argelada a mucha gente. Conozco amigos que no quieren saber nada de tener parejas después del fracaso que han experimentado. Algunos prefieren sumarse a la legión de los cazasexos, de aquellos que - al decir de los pilotos militares - prefieren el toque y despegue y si te he visto no me acuerdo. En este sentido, debemos reconocer que una cana al aire no es igual a un tiro al aire.
En esa legión hay hombres y mujeres. Algunos son felices y otros no tanto en medio de esa soledad a la que adoptó por compañera.
Escuché en el programa decir a una mujer que las mujeres casadas debieran atender u poco más a sus maridos, para que estos no anden "buscando en la calle" a sus amantes. Ni un hombre dijo lo mismo a favor de sus esposas. Toditos se callaron.
Yo conozco un matrimonio donde él es un ejemplo, pero ella es medio cabezuda; sin embargo, ya llevan casi 30 años de estar juntos. Conocí una pareja de casados que parecían una gota de agua. Él, sin embargo, tenía un amor escondido por las cercanías. Ella, enterada de la infidelidad, siguió la relación sin ofrecer resistencia hasta que encontró uno de quién se enamoró y de inmediato pidió el divorcio. La mujer aplicó aquello de que no hay que llegar primero sino hay que saber llegar.
En fin, la gente busca pareja pero ni bien la atrapa otra vez los celos hacen de las suyas. Otra vez la "yegua", "la bandida", la "banda"; el "sombrero", el "cuerno" que, en el mejor de los casos, dejó dos heridos y contusos para volverse a buscar al siguiente amor, candidatado al siguiente desamor.
Es que no aprendemos la lección y cuando aprendemos ya estamos con los achaques, las pastillas, las visitas médicas sin una pareja que comparta con nosotros. Todo porque mientras fuimos más jóvenes medíamos la convivencia por nuestras respectivas capacidades de asumir compromisos sexuales a cuentas de un amor que no era tal sino una candente pasión de la que no escapan ni los hombres ni las mujeres. No sé si me explico.
1 comentario:
Señor Efrain muy buen articulo.. y bueno el "amor platonico" ni a platon con amor jaja
saludos
Publicar un comentario