El 11 de setiembre de 1973 yo estaba alojado en el Hotel Lavalle, en la esquina de Lavalle y Callao, en pleno Buenos Aires. Yo tenía una novia en esa ciudad y a la que visitaba desde hacía unos días; esa noche del 11 debía cenar en su casa porque yo sería presentado como el "novio oficial" (así se decía antes) a la familia.
Todavía, felizmente, eran tiempos del bien vestir, de los trajes y las corbatas a tono. Ya no se usaban sombreros. Yo estrenaba uno de color marrón claro y que encajaba muy bien con el clima de aquel momento. En realidad, Buenos Aires hasta hoy provoca a hombres y mujeres a vestirse "como un figurín" como decían nuestros padres.
Escuchaba en todas las radios y veía en los noticieros de la tele lo que pasaba en Santiago de Chile: la sede presidencial era bombardeada desde los aviones y en las calles eran masacrados los civiles. Escuchaba radios Mitre, El Mundo y Colonia (ésta de Uruguay) que no dejaban de contar sobre el golpe militar de Augusto Pinochet Ugarte.
Después del almuerzo, recuerdo, fui a comprar una camisa para la noche. Buenos Aires bullía en abundancia, turistas, espectáculos, gente en todas partes. El gobierno argentino estaba en manos de Juan Domingo Perón. La gente se asombraba por lo que estaba pasando en la capital chilena pero, paralelamente, vivía lo suyo en un país donde se disfrutaba de la aurora de la democracia. "Cámpora al Gobierno; Perón al poder", decía un slogan de los peronistas. Héctor José Cámpora, efectivamente, fue electo presidente y estuvo en el cargo 49 días; luego, cedió el sillón presidencial a Perón.
Esa noche, vestido como un caballero inglés, salgo del hotel, compro flores en la esquina (para que vean los jóvenes de hoy qué románticos éramos los de antes), compro un ejemplar del diario "Crónica" y voy al barrio de Flores, donde vivía mi novia.
Debo reconocer que esa noche no fue la mejor en la casa donde tuve el gusto de ser recibido por una excelente familia. Toda la noche hablamos de lo que pasó en Chile, ni remotamente se pensaba que tres años después vendría otro golpe militar, esa vez en Argentina, para derrocar a Isabel Perón.
Por causa de Pinochet nadie admiró mi traje nuevo, ni mi camisa nueva, ni las flores compradas al florista de la calle. Puedo decir, pués, que los militares golpistas de Chile me aguaron la noche del 11 de setiembre de 1973.
Todavía, felizmente, eran tiempos del bien vestir, de los trajes y las corbatas a tono. Ya no se usaban sombreros. Yo estrenaba uno de color marrón claro y que encajaba muy bien con el clima de aquel momento. En realidad, Buenos Aires hasta hoy provoca a hombres y mujeres a vestirse "como un figurín" como decían nuestros padres.
Escuchaba en todas las radios y veía en los noticieros de la tele lo que pasaba en Santiago de Chile: la sede presidencial era bombardeada desde los aviones y en las calles eran masacrados los civiles. Escuchaba radios Mitre, El Mundo y Colonia (ésta de Uruguay) que no dejaban de contar sobre el golpe militar de Augusto Pinochet Ugarte.
Después del almuerzo, recuerdo, fui a comprar una camisa para la noche. Buenos Aires bullía en abundancia, turistas, espectáculos, gente en todas partes. El gobierno argentino estaba en manos de Juan Domingo Perón. La gente se asombraba por lo que estaba pasando en la capital chilena pero, paralelamente, vivía lo suyo en un país donde se disfrutaba de la aurora de la democracia. "Cámpora al Gobierno; Perón al poder", decía un slogan de los peronistas. Héctor José Cámpora, efectivamente, fue electo presidente y estuvo en el cargo 49 días; luego, cedió el sillón presidencial a Perón.
Esa noche, vestido como un caballero inglés, salgo del hotel, compro flores en la esquina (para que vean los jóvenes de hoy qué románticos éramos los de antes), compro un ejemplar del diario "Crónica" y voy al barrio de Flores, donde vivía mi novia.
Debo reconocer que esa noche no fue la mejor en la casa donde tuve el gusto de ser recibido por una excelente familia. Toda la noche hablamos de lo que pasó en Chile, ni remotamente se pensaba que tres años después vendría otro golpe militar, esa vez en Argentina, para derrocar a Isabel Perón.
Por causa de Pinochet nadie admiró mi traje nuevo, ni mi camisa nueva, ni las flores compradas al florista de la calle. Puedo decir, pués, que los militares golpistas de Chile me aguaron la noche del 11 de setiembre de 1973.
2 comentarios:
Golpe financiado y apoyado por Nixon, y si... décadas luego tendrían un 11 de setiembre pero esta vuelta en su contra...
Que bajon lo del pantalon y demas! jaja
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