Hoy me pasó una de esas extrañas experiencias que para el común de los mortales no tiene explicación más allá de exclamar el "¡qué casualidad!" de siempre. Esta tarde fui llegando a mi escuela "Santa Librada" (en realidad se llama "Hilaria Sanabria") con chocolates para "mis" compañeritos del primer grado.
Saludé en la primera puerta a la derecha de la escuela,l a dirección donde, la directora, la licenciada Esmelda Dominguez de Prieto, me dijo que me conocía y que me estaban esperando. Me sorpredí. "¿No le llegó nuestra invitación?", me pregunta màs sorprendida aún. La respondí que no. La resultó curiosa que no me haya llegado la invitación por mail.
En fin....
La dije que visitaba la escuela llevando chocolates a los niños del primer grado por el Día del Niño y que quería aprovechar para tomarme unas fotos con ellos y con el cuerpo de profesores.
Estar en esa escuela me hizo sentir como hace 50 años. Hoy ya no es aquella escuelita de dos o tres aulas, oscura, sin energía eléctrica, con el frío de julio filtrando por las rendijas de ventanas y puertas.
Hoy "mi" escuela es amplia, con todas las necesidades básicas,como debe ser una institución educativa. Alguna vez, a propósito, todas las escuelas paraguayas deberán ser absolutamente modernas, con todas las comodidades a mano como en el Primer Mundo.
Me cuentan que mi maestra del primer grado (me recordaron sus colegas de hoy que el nombre de ella sería Ana María Ocampos) todavía vive.
El solo hecho de saber que vive me llena de una grata como extraña sensación. Es que ella es nada menos que la persona quién me enseñó las primeras letras y los números. No es tontera. Nuestra primera maestra nunca puede ser una figura pasajera en nuestras vidas, ni las maestras de los grados siguientes.
Pero a esta elegante y espigada mujer la tengo en el mejor de mis recuerdos. No puede ser de otra manera. Fue mi primer cuévano, mi cedazo primigenio el cual empezó a separar, con paciencia, mis ignorancias de niño. Ella empezó a bruñirme.
Junto a la pizarra me mostró como debo tomar la tiza para escribir en ella; junto a mi banco me tomaba de la mano para indicarme cómo se coge el lápiz, cómo apoyar la mano sobre el cuaderno y, como dándome libertades, me larga a garabatear, con miedo y torpeza, mi primera letra. "Esta se llama a me explicaba, maternal, como zureándome, al oído.
La profesora Ana María fue mi amnios; mi escuela "Hilaria Fernández", la matriz donde gesté mis gustos por las letras.
Hoy fue uno de mis grandes días, un día encintilado.
Me di el gusto de estar en "mi" escuela, con "mis" compañeritos del primer grado (solamente el primer grado hice en esa escuela) y con "mi" profesor, un hombre de 40 años de edad.
Y nos sacamos fotos en la clase y en el patio; hablé con los niñitos, y les di un paternal abrazo a varios de estos tiestos de la nueva sabiduría. Me di el gusto de acariciar esos cabellitos negros y bermejos, desordenados y mojados de transpiración después del recreo.
Y hablamos de la biblioteca, del compromiso villarriqueño de seguir teniendo grandes hombres y mujeres. Y dije a la directora, a la vicedirectora y a los profesores, que me atendieron demasiado bien, que volveré. Que les enviaré por "La Guaireña" un paquete de libros para la biblioteca de la escuela. Ya nos dimos nuestros respectivos teléfonos y mails.
En la web www.puertademergencia.com se encontrarán más artículos sobre esta visita a Villarrica y, sobre todo, al barrio Santa Librada que, un sábado a la mañana, me vio nacer a la vuelta nomás de la escuela, en una casita que ahora ya no está.
Saludé en la primera puerta a la derecha de la escuela,l a dirección donde, la directora, la licenciada Esmelda Dominguez de Prieto, me dijo que me conocía y que me estaban esperando. Me sorpredí. "¿No le llegó nuestra invitación?", me pregunta màs sorprendida aún. La respondí que no. La resultó curiosa que no me haya llegado la invitación por mail.
En fin....
La dije que visitaba la escuela llevando chocolates a los niños del primer grado por el Día del Niño y que quería aprovechar para tomarme unas fotos con ellos y con el cuerpo de profesores.
Estar en esa escuela me hizo sentir como hace 50 años. Hoy ya no es aquella escuelita de dos o tres aulas, oscura, sin energía eléctrica, con el frío de julio filtrando por las rendijas de ventanas y puertas.
Hoy "mi" escuela es amplia, con todas las necesidades básicas,como debe ser una institución educativa. Alguna vez, a propósito, todas las escuelas paraguayas deberán ser absolutamente modernas, con todas las comodidades a mano como en el Primer Mundo.
Me cuentan que mi maestra del primer grado (me recordaron sus colegas de hoy que el nombre de ella sería Ana María Ocampos) todavía vive.
El solo hecho de saber que vive me llena de una grata como extraña sensación. Es que ella es nada menos que la persona quién me enseñó las primeras letras y los números. No es tontera. Nuestra primera maestra nunca puede ser una figura pasajera en nuestras vidas, ni las maestras de los grados siguientes.
Pero a esta elegante y espigada mujer la tengo en el mejor de mis recuerdos. No puede ser de otra manera. Fue mi primer cuévano, mi cedazo primigenio el cual empezó a separar, con paciencia, mis ignorancias de niño. Ella empezó a bruñirme.
Junto a la pizarra me mostró como debo tomar la tiza para escribir en ella; junto a mi banco me tomaba de la mano para indicarme cómo se coge el lápiz, cómo apoyar la mano sobre el cuaderno y, como dándome libertades, me larga a garabatear, con miedo y torpeza, mi primera letra. "Esta se llama a me explicaba, maternal, como zureándome, al oído.
La profesora Ana María fue mi amnios; mi escuela "Hilaria Fernández", la matriz donde gesté mis gustos por las letras.
Hoy fue uno de mis grandes días, un día encintilado.
Me di el gusto de estar en "mi" escuela, con "mis" compañeritos del primer grado (solamente el primer grado hice en esa escuela) y con "mi" profesor, un hombre de 40 años de edad.
Y nos sacamos fotos en la clase y en el patio; hablé con los niñitos, y les di un paternal abrazo a varios de estos tiestos de la nueva sabiduría. Me di el gusto de acariciar esos cabellitos negros y bermejos, desordenados y mojados de transpiración después del recreo.
Y hablamos de la biblioteca, del compromiso villarriqueño de seguir teniendo grandes hombres y mujeres. Y dije a la directora, a la vicedirectora y a los profesores, que me atendieron demasiado bien, que volveré. Que les enviaré por "La Guaireña" un paquete de libros para la biblioteca de la escuela. Ya nos dimos nuestros respectivos teléfonos y mails.
En la web www.puertademergencia.com se encontrarán más artículos sobre esta visita a Villarrica y, sobre todo, al barrio Santa Librada que, un sábado a la mañana, me vio nacer a la vuelta nomás de la escuela, en una casita que ahora ya no está.
1 comentario:
que gusto encontrar este comentario en su blog. realmente me emociona la forma de como se expresa de nuestra querida ciudad y todo lo que escribio sobre su visita en la escuela hilaria sanabria. realmente fue un honor recibirlo en nuestra escuela que fue suya. le esperamos siempre y poder compartir lo que recuerda de su infancia cuando era gua-i y lo que podemos aportar con lo que sabemos, conocemos o recordamos....
Muchisimas Gracias Sr. Efraín por su visita, su comentario y por pintar una sonrisa en el rostro de sus compañeritos del primer grado!!!!
Publicar un comentario