Uno de los agudos y callados cuestionamientos a la prensa actual es, más que el inmediatismo, la informalidad, por decir de una manera elegante, de los comunicadores. El campesino diría de estos lisa y llanamente que son "ñe`e rei", decir sin fundamentos, sin prudencias. Pero el comunicador es fruto de esta sociedad, por tanto, la sociedad es matriz para esa gestación..
Juzgar apresuradamente, como de un tiempo largo a esta parte acostumbramos los paraguayos, nos empuja hacia profundos despeñaderos sociales que repercuten en complejas consecuencias de las que cada vez se torna màs complicado los intentos de salvataje. Esto lo vivimos a diario en los desentendimientos polìticos, sociales, deportivos, gremiales y hasta religiosos.
Muchos confundimos libertad con imprudencia.
A cuentas de la libertad y del derecho nos sumergimos en profundos esterales de la discordia, violando normas establecidas por la prudencia y por nuestras esenciales obligaciones civiles. Todo a cuenta de la democracia.
Pero si este modelo de convivencia que lleva 20 años de vigencia en Paraguay se sostuviera, no digamos mediante todas las virtudes, sino en los cimientos de la prudencia, encontraríamos el camino que nos conduzca hacia la armonia, tan necesaria para el bienestar colectivo.
La imprudencia amenaza con ser una suerte de denominador comùn en la prensa y en la sociedad toda. Decimos nomàs sin importar consecuencias. Aquello de cúbrete las manos de hierro con un guante de terciopelo de Napoleón es algo que con urgencia debemos entender y aplicar.
Necesitamos saber y practicar la eubolia.
En Su "Repùblica", Platón testimonia que no es difícil descubrir la prudencia pero que él encuentra "algo de singular con relación a ella", para rematar afirmando que la prudencia reina en el estado griego "porque el buen consejo reina en él".
¿Estamos capacitados para decir lo mismo de nuestro Estado, de la sociedad toda?
Tirso de Molina es contundente en este sentido: "la prudencia nunca yerra", por eso el mismo Jesús recomendaba a sus dicípulos que sean prudentes como serpientes. San Juan Nepomuceno se caracterizaba por su escolástica prudencia por eso, quizás, en 1725, 300 años después de su muerte, hizo lo que podríamos llamar el milagro de su lengua que, de seco y gris, se volvió esponjoso y de color de carne fresca.
La prudencia, pues, es una de las virtudes que debemos rescatar para que primero con nosotros mismos luego, con nuestro entorno, restablezcamos la paz. El ñe´e rei, ese muro feroz creado por nuestra manera de concebir y practicar la libertad, no nos conviene. Los resultados están a la vista, y los que comunicamos debemos tenerlo doblemente presente.
Juzgar apresuradamente, como de un tiempo largo a esta parte acostumbramos los paraguayos, nos empuja hacia profundos despeñaderos sociales que repercuten en complejas consecuencias de las que cada vez se torna màs complicado los intentos de salvataje. Esto lo vivimos a diario en los desentendimientos polìticos, sociales, deportivos, gremiales y hasta religiosos.
Muchos confundimos libertad con imprudencia.
A cuentas de la libertad y del derecho nos sumergimos en profundos esterales de la discordia, violando normas establecidas por la prudencia y por nuestras esenciales obligaciones civiles. Todo a cuenta de la democracia.
Pero si este modelo de convivencia que lleva 20 años de vigencia en Paraguay se sostuviera, no digamos mediante todas las virtudes, sino en los cimientos de la prudencia, encontraríamos el camino que nos conduzca hacia la armonia, tan necesaria para el bienestar colectivo.
La imprudencia amenaza con ser una suerte de denominador comùn en la prensa y en la sociedad toda. Decimos nomàs sin importar consecuencias. Aquello de cúbrete las manos de hierro con un guante de terciopelo de Napoleón es algo que con urgencia debemos entender y aplicar.
Necesitamos saber y practicar la eubolia.
En Su "Repùblica", Platón testimonia que no es difícil descubrir la prudencia pero que él encuentra "algo de singular con relación a ella", para rematar afirmando que la prudencia reina en el estado griego "porque el buen consejo reina en él".
¿Estamos capacitados para decir lo mismo de nuestro Estado, de la sociedad toda?
Tirso de Molina es contundente en este sentido: "la prudencia nunca yerra", por eso el mismo Jesús recomendaba a sus dicípulos que sean prudentes como serpientes. San Juan Nepomuceno se caracterizaba por su escolástica prudencia por eso, quizás, en 1725, 300 años después de su muerte, hizo lo que podríamos llamar el milagro de su lengua que, de seco y gris, se volvió esponjoso y de color de carne fresca.
La prudencia, pues, es una de las virtudes que debemos rescatar para que primero con nosotros mismos luego, con nuestro entorno, restablezcamos la paz. El ñe´e rei, ese muro feroz creado por nuestra manera de concebir y practicar la libertad, no nos conviene. Los resultados están a la vista, y los que comunicamos debemos tenerlo doblemente presente.
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