En la travesía de San Vicente, actual territorio brasileño, a Asunción, el Segundo Adelantado del Río de la Plata, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, introdujo al Paraguay “los veinte y seis caballos y yeguas que habían escapado en la navegación”, según relata el propio adelantado en su obra “Naufragios y Comentarios” 1/.
Se trata de los primeros equinos introducidos a la provincia del Paraguay, que causaron temores a la población indígena, hecho apuntado por Álvar Núñez: “era cosa muy de ver cuán temidos eran los caballos por todos los indios de aquellas tierras y provincia, que del temor que les habían, les sacaban al camino para que comiesen muchos mantenimientos, gallinas y miel diciendo que porque no se enojasen que ellos le darían muy bien de comer; y por los sosegar que no desamparasen sus pueblos; asentaban el real muy apartado de ellos, y porque los cristianos no les hiciesen fuerzas ni agravios. Y con ésta orden y viendo que el gobernador castigaba a quien en algo los enojaba, venían todos los indios tan seguros con sus mujeres e hijos, que era cosa de ver; y de muy lejos venían cargados con mantenimientos sólo por ver los cristianos y los caballos, como gente que nunca tal habíha visto para por sus tierras” 2/.
El sábado 11 de marzo de 1542, a las nueve de la mañana, llegaron los primeros 26 caballos y yeguas a Asunción en medio de sustos y alegrías de la población nativa - hispana de la nueva Asunción 3/.
El inicial temor de los indígenas al equino fue superado progresivamente. Después no habría un varón nativo que no aprecie y monte esta especie. Félix de Azara apuntó que los indígenas Guanás, por ejemplo, no querían viajar “sino en buen caballo” 4/. Mientras que los Albaias “tienen bastante y buenos caballos que estiman mucho y los que destinan para las batallas no los enagenarían por nada del mundo” 5/.
Añade el historiador que cuando estos indígenas van a la guerra montan sus peores caballos para acercarse al enemigo y que cada uno conduce por la brida el destinado para la batalla y que lo monta soltando el malo “luego que está a punto de obrar” 6/. Mediante la ventaja del caballo ganaron importantes batallas a las tribus contrarias. Sus mejores caballos eran sacrificados a la hora de morir el bueno 7/.
Eran otros tiempos, lejanos a aquellos cuando los indígenas creían que caballo y caballero, al decir de Francisco Morales Padrón 8/, formaba una sola pieza. Mediante ese temor también Hernán Cortés ganó importantes batallas.
Llama la atención el hecho de que los indígenas hayan ofrecido “gallinas y miel” a los caballos. Morales Padrón se preocupa de aclarar este asunto, apelando a experiencias vividas en otras regiones del continente. “En algunos sitios - dice - creyeron los indígenas que el caballo era un ser carnívoro (…) algunos llegan a suponer que comían hombres al ver el freno ensangrentado o que se alimentaban con el hierro que les gobierna, por lo cual le llevaban como manjar oro y plata (…) Así lo cuenta el inca Garcilaso. Y los españoles, astutos, recomendaron a los indios que diesen a los caballos mucha de aquella comida si querían que los equinos se hicieran amigos suyos” 9/.
Sin dudas, el principal aporte de Alvar Núñez Cabeza de Vaca a la naciente economía de la Conquista fue la caballada. Mediante ella, la expansión española, en las nuevas tierras fue permanente, sólida y duradera. Fue más fácil con los caballos disponibles fundar nuevas ciudades. Aquellos cinco yeguas y dos caballos traídos añois antes por Mendoza a Buenos Aires fueron multiplicados por miles y abandonados en la extensa Pampa, pero - que al decir de Carlos Zubizarreta - “durante casi todo el período colonial sirvieron únicamente para alimento y medro del indio Araucano” 10/.
(Fuente: Martínez Cuevas, Efraín, “La ganadería en el Paraguay”, La Rural Ediciones, Asunción, 1987, 248 pp.)
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CITAS:
1- CABEZA DE VACA, Álvar, Núñez, “Naufragios y comentarios”, Espasa-Cape, Madrid, 1957, p. 119.
2- CABEZA DE VACA, idem, pp. 122 - 123.
3- Idem, p. 135.
4- AZARA, Félix de, “Descripciones e historia del Paraguay y del Río de la Plata”, Imprenta de Sanchiz, Madrid, 1847, p. 204.
5- Idem, p. 209.
6- Idem, p. 210.
7- Idem, p. 211.
8- MORALES PADRÓN, Francisco, “Los conquistadores de América”, Espasa-Calpe, Madrid, 1974, p. 109.
9- Idem, pp 114 - 115.
10- ZUBIZARRETA, Carlos, “Historia de mi ciudad”, Emasa, Asunción, 1964, p. 38.
Se trata de los primeros equinos introducidos a la provincia del Paraguay, que causaron temores a la población indígena, hecho apuntado por Álvar Núñez: “era cosa muy de ver cuán temidos eran los caballos por todos los indios de aquellas tierras y provincia, que del temor que les habían, les sacaban al camino para que comiesen muchos mantenimientos, gallinas y miel diciendo que porque no se enojasen que ellos le darían muy bien de comer; y por los sosegar que no desamparasen sus pueblos; asentaban el real muy apartado de ellos, y porque los cristianos no les hiciesen fuerzas ni agravios. Y con ésta orden y viendo que el gobernador castigaba a quien en algo los enojaba, venían todos los indios tan seguros con sus mujeres e hijos, que era cosa de ver; y de muy lejos venían cargados con mantenimientos sólo por ver los cristianos y los caballos, como gente que nunca tal habíha visto para por sus tierras” 2/.
El sábado 11 de marzo de 1542, a las nueve de la mañana, llegaron los primeros 26 caballos y yeguas a Asunción en medio de sustos y alegrías de la población nativa - hispana de la nueva Asunción 3/.
El inicial temor de los indígenas al equino fue superado progresivamente. Después no habría un varón nativo que no aprecie y monte esta especie. Félix de Azara apuntó que los indígenas Guanás, por ejemplo, no querían viajar “sino en buen caballo” 4/. Mientras que los Albaias “tienen bastante y buenos caballos que estiman mucho y los que destinan para las batallas no los enagenarían por nada del mundo” 5/.
Añade el historiador que cuando estos indígenas van a la guerra montan sus peores caballos para acercarse al enemigo y que cada uno conduce por la brida el destinado para la batalla y que lo monta soltando el malo “luego que está a punto de obrar” 6/. Mediante la ventaja del caballo ganaron importantes batallas a las tribus contrarias. Sus mejores caballos eran sacrificados a la hora de morir el bueno 7/.
Eran otros tiempos, lejanos a aquellos cuando los indígenas creían que caballo y caballero, al decir de Francisco Morales Padrón 8/, formaba una sola pieza. Mediante ese temor también Hernán Cortés ganó importantes batallas.
Llama la atención el hecho de que los indígenas hayan ofrecido “gallinas y miel” a los caballos. Morales Padrón se preocupa de aclarar este asunto, apelando a experiencias vividas en otras regiones del continente. “En algunos sitios - dice - creyeron los indígenas que el caballo era un ser carnívoro (…) algunos llegan a suponer que comían hombres al ver el freno ensangrentado o que se alimentaban con el hierro que les gobierna, por lo cual le llevaban como manjar oro y plata (…) Así lo cuenta el inca Garcilaso. Y los españoles, astutos, recomendaron a los indios que diesen a los caballos mucha de aquella comida si querían que los equinos se hicieran amigos suyos” 9/.
Sin dudas, el principal aporte de Alvar Núñez Cabeza de Vaca a la naciente economía de la Conquista fue la caballada. Mediante ella, la expansión española, en las nuevas tierras fue permanente, sólida y duradera. Fue más fácil con los caballos disponibles fundar nuevas ciudades. Aquellos cinco yeguas y dos caballos traídos añois antes por Mendoza a Buenos Aires fueron multiplicados por miles y abandonados en la extensa Pampa, pero - que al decir de Carlos Zubizarreta - “durante casi todo el período colonial sirvieron únicamente para alimento y medro del indio Araucano” 10/.
(Fuente: Martínez Cuevas, Efraín, “La ganadería en el Paraguay”, La Rural Ediciones, Asunción, 1987, 248 pp.)
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CITAS:
1- CABEZA DE VACA, Álvar, Núñez, “Naufragios y comentarios”, Espasa-Cape, Madrid, 1957, p. 119.
2- CABEZA DE VACA, idem, pp. 122 - 123.
3- Idem, p. 135.
4- AZARA, Félix de, “Descripciones e historia del Paraguay y del Río de la Plata”, Imprenta de Sanchiz, Madrid, 1847, p. 204.
5- Idem, p. 209.
6- Idem, p. 210.
7- Idem, p. 211.
8- MORALES PADRÓN, Francisco, “Los conquistadores de América”, Espasa-Calpe, Madrid, 1974, p. 109.
9- Idem, pp 114 - 115.
10- ZUBIZARRETA, Carlos, “Historia de mi ciudad”, Emasa, Asunción, 1964, p. 38.
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