Algunas voces se alzan en el firmamento paraguayo en torno a la presencia de los compatriotas en España. Entre esas se escuchan con relativa frecuencia las que acusan a las mujeres de venir para prostituirse y de que los hombres dejan en Paraguay a la deriva a sus esposas porque en Europa se han hecho de nuevas parejas. De que algunas paraguayas se dedican a la prostitución y de que algunos hombres abandonan a sus legítimas esposas en la lejanía de la patria no dejan de ser cierto pero es injusto, falaz y absurdo meter a todos en la misma bolsa.
En España, probablemente seamos 150.000 venidos de nuestra tierra. Entre nosotros habrán los que gusten ejercer la prostitución, que hayan hombres y mujeres que hayan abandonado la casa para juntarse con otras personas, los vividores, los bebedores, los que se mueren en circunstancias trágicas, los que son maltratados por otros, etc. Todo eso y mucho más pasa en un colectivo donde somos muchos. Del mismo modo, los marginales de Paraguay seguirán siendo tales en Paraguay.
Algunos se quejan porque en España supuestamente los españoles nos maltratan y por eso hay voces que condenan a España. En la otra punta de esta misma madeja, en el Paraguay hemos tenido, seguro, casos en los cuales se han maltratado a extranjeros (recordemos los tiempos en que todo el país recibía a tantos miles de coreanos, árabes, chinos, quienes no eran santo de la devoción de los xenófobos paraguayos).
Porque algunos españoles manifiestan inconductas no seremos tan ligeros y creer que todos los españoles son iguales.
Intentando el justo medio opinaríamos, pues, que los compatriotas - hombres y mujeres, jóvenes y adultos - que estamos en España somos personas que por falta de trabajo especialmente hemos recalado en esta Península, con el dolor de alejarnos de nuestras casas, de nuestros parientes y amigos, de nuestras plazas, calles y clubes. En su sano juicio nadie diría que los paraguayos han venido de puro infieles con sus parejas o porque piensan sólo en la prostitución como medio de vida.
Se viene para trabajar en lo que se pueda. Por eso la mayoría atiende ancianos y niños, porque es lo que hay para la mayoría y que lo hacen también los dueños de casa, los españoles, cuando no tienen otro trabajo. Se viene porque en el Paraguay no hay trabajo. Y sin trabajo no hay familia que funcione, por eso la sabiduría popular dice que cuando la miseria entra por la puerta el amor sale disparado por la ventana. Por tanto estamos ante una causa (falta de trabajo) que produce efecto (separaciones, depresiones, infidelidades, ausencias, etc.) que debemos saber asumir y solucionar con lo que tengamos a nuestro alcance.
Y se viene a España para que esas familias abandonadas en el Paraguay no pasen hambre por un día más. Para pagar el agua, la luz y el teléfono celular. Y la escuela de los niños. Y para comprar un expectorante cuando la tos no deja dormir al pariente. Los contingentes de emigrados no paran de llegar en la búsqueda del legítimo bienestar. Y debiéramos preguntarnos si qué pasaría en el Paraguay si no se produjera esta forzosa migración.
¿Qué pasaría si un buen día, como por arte de magia, los 150.000 paraguayos trabajando en España retornan al Paraguay , para que, en familia, podamos tomar todos los días nuestro tereré a la sombra de un árbol?
Que todos vuelvan para que las parejas no estén separadas, para que nuestros hijos y nuestros padres no sufran más. Pero - esta es la cuestión - qué comemos, cómo pagamos nuestras deudas, cómo irán los niños a la escuela, cómo nos curamos y vestimos.
En tanto y en cuanto la colonia paraguaya en España solucione los problemas en Paraguay que el Paraguay no nos puede solucionar, nos parece absolutamente tonto seguir la corriente a aquellas opiniones que ponen en tela de juicio el trabajo de los compatriotas en la Madre Patria a través de medios de comunicación masiva de Paraguay, inclusive.
En España, probablemente seamos 150.000 venidos de nuestra tierra. Entre nosotros habrán los que gusten ejercer la prostitución, que hayan hombres y mujeres que hayan abandonado la casa para juntarse con otras personas, los vividores, los bebedores, los que se mueren en circunstancias trágicas, los que son maltratados por otros, etc. Todo eso y mucho más pasa en un colectivo donde somos muchos. Del mismo modo, los marginales de Paraguay seguirán siendo tales en Paraguay.
Algunos se quejan porque en España supuestamente los españoles nos maltratan y por eso hay voces que condenan a España. En la otra punta de esta misma madeja, en el Paraguay hemos tenido, seguro, casos en los cuales se han maltratado a extranjeros (recordemos los tiempos en que todo el país recibía a tantos miles de coreanos, árabes, chinos, quienes no eran santo de la devoción de los xenófobos paraguayos).
Porque algunos españoles manifiestan inconductas no seremos tan ligeros y creer que todos los españoles son iguales.
Intentando el justo medio opinaríamos, pues, que los compatriotas - hombres y mujeres, jóvenes y adultos - que estamos en España somos personas que por falta de trabajo especialmente hemos recalado en esta Península, con el dolor de alejarnos de nuestras casas, de nuestros parientes y amigos, de nuestras plazas, calles y clubes. En su sano juicio nadie diría que los paraguayos han venido de puro infieles con sus parejas o porque piensan sólo en la prostitución como medio de vida.
Se viene para trabajar en lo que se pueda. Por eso la mayoría atiende ancianos y niños, porque es lo que hay para la mayoría y que lo hacen también los dueños de casa, los españoles, cuando no tienen otro trabajo. Se viene porque en el Paraguay no hay trabajo. Y sin trabajo no hay familia que funcione, por eso la sabiduría popular dice que cuando la miseria entra por la puerta el amor sale disparado por la ventana. Por tanto estamos ante una causa (falta de trabajo) que produce efecto (separaciones, depresiones, infidelidades, ausencias, etc.) que debemos saber asumir y solucionar con lo que tengamos a nuestro alcance.
Y se viene a España para que esas familias abandonadas en el Paraguay no pasen hambre por un día más. Para pagar el agua, la luz y el teléfono celular. Y la escuela de los niños. Y para comprar un expectorante cuando la tos no deja dormir al pariente. Los contingentes de emigrados no paran de llegar en la búsqueda del legítimo bienestar. Y debiéramos preguntarnos si qué pasaría en el Paraguay si no se produjera esta forzosa migración.
¿Qué pasaría si un buen día, como por arte de magia, los 150.000 paraguayos trabajando en España retornan al Paraguay , para que, en familia, podamos tomar todos los días nuestro tereré a la sombra de un árbol?
Que todos vuelvan para que las parejas no estén separadas, para que nuestros hijos y nuestros padres no sufran más. Pero - esta es la cuestión - qué comemos, cómo pagamos nuestras deudas, cómo irán los niños a la escuela, cómo nos curamos y vestimos.
En tanto y en cuanto la colonia paraguaya en España solucione los problemas en Paraguay que el Paraguay no nos puede solucionar, nos parece absolutamente tonto seguir la corriente a aquellas opiniones que ponen en tela de juicio el trabajo de los compatriotas en la Madre Patria a través de medios de comunicación masiva de Paraguay, inclusive.
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