Llevo diez años y pico entre quienes eligieron - parafraseando a Deepak Choppra - el sendero del mago. A menudo, yo concurría a un pequeño salón de ventas de artículos esotéricos, sobre una concurrida y céntrica calle asunceña, a los efectos de adquirir fichas de estacionamiento que, entonces, en la misma tienda se vendía. Entraba a ésta sólo para esta compra.
Un día, mientras aguardaba que la cajera (quien despachaba las fichas) terminara de atender a algunos clientes observé los libros sobre metafísica ofertados. "Sus manos curan" era el título de uno de los tanto en venta.
"¡Que mis manos curan?" me pregunté mientras, por curiosidad, tomé el pequeño libro.
En esos momentos ganas no me faltaban de decir al autor del libro que le felicitaba por sus conocimientos de márketing pero de ahí a que me convenza, pensé, había un gran trecho. "Le voy a decir una cosa, conozco muy bien a mis manos; desde hace muchos años convivimos y nunca, que yo sepa, curó nada. ¿Que mis manos curan?, ¡vaya tontería!", me hubiera gustado decirle en aquel momento.
Pero, en el fragor de mi escepticismo, algo me impulsó a comprar el libro. Me picó la curiosidad de saber con qué argumentos me viene para que, sin preámbulos, me afirme campantemente que mis manos curan.
Salí del negocio con el libro en la mano.
Aquel fue mi inicio en el Sendero. Hoy sé que mis manos curan, como las suyas, lector, como las de los demás. De todos. Curan y actúan mucho más de lo que nos imaginamos. El verbo se hizo carne. Actué en consecuencia y me involucré con la metafísica, con Cony Méndez, Choppra, Yo Soy, y con la energía y con la Llama Violeta. Y tomé el camino hacia el silencio, los ángeles, el mentalismo, la correspondencia, la vibración, polaridad, ritmo, causa y efecto y hacia la generación.
Me involucré con las enseñanzas de Jesús, Saint Germain, la Virgen María y del Espíritu Santo.
De repente, un nuevo mundo estuvo al alcance de mis manos, de mis pensamientos. Un mundo ignorado y absurdamente manoseado por mi ignorancia.
En los comienzos, la curiosidad era como una llamada que me envolvía día y noche. En vigilia y en sueño. Felizmente. Y no solo "devoré" aquel libro, sino también concurrí a las charlas, conferencias, talleres, cursos y me interesé en el Reiki y compré más libros y me sumergí en lo casi infinito de Internet en busca de más verdades. Y me embelesaba escuchando a los que ya caminaron un largo trecho.
Desde hace años tengo la maestría en esta práctica oriental que no es otra cosa sino la conciencia mía en acción sobre la sanación a través de las manos.
De buscar fichas para estacionar mi vehículo en una concurrida calle céntrica asunceña hoy soy un caminante de un sendero limpio y tranquilo donde aprendí muchas cosas: paz, abundancia, fe, paciencia, tolerancia, alegría, respeto, fidelidad, conocimiento, amor. ¿Qué más puedo pedir a la vida?
Desde entonces, muchas, muchísimas, cosas me son diáfanas. Con decirles que antes de estas experiencias no sabía ni qué quería decir el cura cuando repetía las palabras de Jesús: "Sólo la verdad os hará libres". Y que les conste que ya por entonces yo concurría a misa en mi carácter de católico mariano sin tener idea del contexto y de los detalles de mi religión.
Hoy soy un feliz poseedor del billete premiado.
Alguna vez todos tuvimos la agradable experiencia de haber ganado un premio. Hoy, yo soy un agraciado con el primer premio. Gané todo. Todo tengo (y esto no es fantasía ni fanfarronería mía). En esto consiste para mi la verdad a la que se refería Jesús. Es la misma verdad que me hace libre y que deseo para la humanidad toda.
Escucha: ¿hay algo mejor que dormir, plácidamente, todas las noches?, ¿hay algo mejor que saber la verdad y actuar en consecuencia? Esa verdad me arrimó a la paz. Por eso digo: tengo todo. Y todos podemos tener todo. Muy pronto, a lo mejor, todos estaríamos en ese todo.
El sendero me esperaba. Yo lo caminé. Es misteriosamente maravilloso. Hoy, a más de diez años, sé que aquella adquisición del libro no fue por casualidad, sino por causalidad. Felizmente descifré el código y me introduje en ese maravilloso mundo de la sabiduría sencilla, fresca y transparente.
Finalmente me permito una corrección al autor de aquel libro que cambió mi vida. Yo no curo. Dios cura a través de mis manos, como también lo hace por medio de mis pensamientos, intenciones y deseos; a través de mi mirada, de mi presencia, de mi paz.
Esta es la verdad que me costaba creer y al cual me resistía hasta que leí aquel pequeño pero sustancioso libro (Luque, Paraguay, 4 de marzo de 2006)
1 comentario:
El siguiente comentario me remitió Liliana a mi correo electrónico personal:
"Hola Efrain. Muy lindo lo que expresas en tu blog sobre "mis manos curan". Es asi, una sensacion que no se puede creer pero con el correr del tiempo se vuelve algo del dia a dia, forma parte de nuestro ritmo de vida y parece tan normal".
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