Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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domingo, 20 de enero de 2008

Cuando se casan los hijos

"Al final de cuentas, la vida es corta, las oportunidades son pocas y usted sólo posee una cantidad limitada de energías (...) nunca pierda tiempo valioso, o su paz espriritual en los asuntos de otras personas: hacerlo equivale a pagar un precio demasiado elevado" (Greene Roberto, "Las 48 leyes del poder", Atlántida, Buenos Aires, 2004, p 25)

Dicen que quien no lleva el féretro no sabe cuanto pesa el muerto. En otras palabras, mientras no experimentamos eso que hemos escuchado tantas veces en tantos lugares y circunstancias no llegamos a comprender todo el sentido de esos comentarios. Doris Lessing, la novelista inglesa autora de "Golden Notebook", dijo, a propòsito, que "puedes explicarle a alguien cómo es envejecer pero no lo comprenderán hasta que llegue a ese mismo punto". Mientras no llevamos el féretro no sabemos el peso del muerto.
Mi hijo Héctor tomó la decisión de casarse con Lisa, una preciosa e inteligente rubia norteamericana de 20 años de edad.
Me parece que fue hace tan poco tiempo cuando mamá (papá murió cuando yo tenía un poco menos de dos años de edad) me abordaba con sus consejos ante la noticia de mi casamiento con Bety, 25 años atrás. Sermones y experiencias de cuando contrajo nupcias con un hombre 26 años mayor que ella. Lo que no debo hacer como marido. Lo que debo hacer como marido. "No te hagas del mujeriego por ahí. Ya vas a vivir con tu esposa. No seas machista. Mirá que te puede costar caro". "Ah!, y tenés que trabajar y traer el dinero a casa". "Mirá que tus hijos y tu esposa deben comer. El hombre debe trabajar y llegar temprano a la casa", me vapuleaba en los días antes a mi matrimonio.
Creo que nuestra cultura machista, a propósito, comenzó de las manos de nuestras madres, abuelas y tatarabuelas. Una nación matriarcal, después de la Guerra contra la Triple Alianza (1864 - 1870), que la dejó prácticamente sin hombres, no tuvo otra opción que sobreproteger a los pocos que quedaron. De manera que, esto del machismo paraguayo puede que sea la consecuencia del matriarcado nacional. De ahí, por ejemplo, la frase "el varón de la casa", "¡macho!, dijo la partera", etc. Mal no está añadir un punto de vista capaz de generar polémica entre machistas y feministas.
Retomo: todo escuché de ella, mi mamá, para no fracasar y trabajé duro. Volvía del diario donde trabajaba incontables de veces más allá de la media noche. Aprendí por mi mismo el mecanismo para salir adelante.
No pensé que llegaría el momento de que yo deba hacer el papel que cumplió conmigo mi mamá: aconsejar a mi hijo sobre el casamiento, la relación de pareja, el trabajo, las responsabilidades varias, etc. Ahora empiezo a dar razones a mi mamá. Ahora debo dar consejos. Comienzo a aprender cuanto pesa el muerto.
Casarse no es un compromiso cualquiera. Hacer pareja, con firma o sin firma estampada en la papeleta del juez, es un asunto mucho más delicado que lo que muchos creemos y es lo que mamá me adelantó pero que en realidad recién cuando estuve en las trincheras del compromiso combatí ante las obligaciones con las armas a mi alcance. Lo que, en síntesis, queremos los padres es que nuestros hijos, en puertas de contraer matrimonio, aprendan de nuestras experiencias, como parejas, buenas, regulares y malas. Si todos los nuevos casados (y casadas, claro) capitalizaran (como debíamos de haber capitalizado nosotros cuando estuvimos en idénticas circunstancias) las cosas en pareja les puede resultar mucho más fácil.
Una de mis recomendaciones a Héctor - de las más puntuales, digo - hacen referencia al trato a Lisa. Creo que el amor que la profesa debe incluir una porción de tolerancia. Algunas veces Lisa puede que esté con las defensas anímicas un tanto maltratadas. Será el momento de tolerar las impertinencias gestadas por su estado de ánimo.
Rugir, como estilan practicar muchos maridos paraguayos, no conduce a nada edificante en nuestras relaciones con nuestra pareja. Nuestros genes españoles e indígenas nos convocan a actuar de ese modo pero no es lo más propicio para sostener la familia. Eso sí: dialogar, escuchar a Lisa. Y que Lisa escuche. Para eso es el casamiento, para entenderse y no para desentenderse.
Esa tolerancia hará que el amor sobreviva en los años; vigile la vigencia del respeto, espante tentaciones, consolide la fidelidad. (Ciudad del Este, octubre de 2005)

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