Sintonice cualquier emisora paraguaya y disfrute de un añejo como singular lenguaje. Locutores y locutoras se preocuparon por inventar palabras y sostenerlas; algunas más viejas que otras (las palabras, no las locutoras) y; los oyentes, contagiados, las usan a troche y moche sin preocuparse si están bien o están mal expresadas. Al fin de cuentas, dicen, la democracia es esa: libertad de expresión, aunque se estén expresando mal.
Veamos algunas palabras y frases pronunciadas, hasta con obsesivo deleite, por los locutores radiales paraguayos:
“Realmente”: Una suerte de comodín. Una o dos frases y aparece, como salvando la idea. “...realmente”. Cuando ya no queda manera de explicar, allí está “realmente” para salvar lo insalvable. Cuando se quiere acusar, criticar, desprestigiar, “realmente” es la tabla salvadora. Realmente nada hubiera sido la libertad de prensa sin esta mágica palabra.
“Vergüenza”: Desde que lo expulsaron a Alfredo Stroessner es otra palabra favorita de los locutores. Claro, va acompañada por el artículo definido “una”. Un “es” por aquí y otros signos de admiración por allá, completan el menú. “¡Es una vergüenza!”. A partir de ahí, hacia cualquier parte. La frase encaja a un bache, a un chofer de ómnibus, a la ANDE, a COPACO, a ESAP, a los inspectores municipales, a la Aduana, a la Policía, a los huelguistas, a los proveedores de carne, al réfere, al marido celoso, al cachaquero, al presidente del Congreso Nacional, al proveedor de combustible, al diputado, al senador, al ministro, al Presidente de la República (bueno, éste ya no tiene remedio), a todos los funcionarios públicos, a los baldíos con yuyales, a las basuras amontonadas en las calles, a los niños de la calle, a los peajeros, a los políticos (¿cuando no?), al dólar porque sube o porque baja, a los sojeros, ganaderos, campesinos sin tierra, taladores de montes, curas (porque si o porque no), embajada norteamericana, embajada paraguaya en España, préstamo chino; ¡uf!, ¡una ver – guen – za!
“Realmente, una vergüenza”. Bueno, esto ya es un cóctel molotov. Va y viene como trompada de loco.
“Paraguayidad”: No figura en el diccionario de la Real Academia Española pero en el Paraguay locutores y oyentes usan a tutiplé. Sería algo así como paraguayismo. “...las ilusiones de la nacionalidad”, diría el periodista paraguayo Sindulfo Martínez, que nuestros locutores convertirían en “las ilusiones de la paraguayidad”.
“Este país”: En casi 19 años de expresar lo que se le ocurra a uno, todavía muy escasos locutores dicen “nuestro país” o, mejor, “mi país”. No. Como abriéndose de todo compromiso prefieren “este país”; como si miraran desde arriba, como si no caminara por sus calles, sus ciudades, sus pueblos; como si no comiera su locro, sus empanadas o asados; como si no durmieran bajo los techos de las casas levantadas en su territorio; como si no se alumbraran con la energía eléctrica que viene de sus ríos. “Este país”, como si fuera más elegante, menos comprometedor, más democrático. Los locutores de este país....
“Digo bien”: Cuando el locutor de radio se equivoca repite la frase y , sobre la marcha, le dice al oyente que dijo bien. “El toro...el loro...digo bien”; “El hermano...el primo...digo bien”. Se equivoca y nos quiere hacer creer que dice bien. Los locutores de antes sencillamente pedían disculpas o perdón por equivocarse; ahora, nos dicen que dicen bien cuando dicen mal. En los tiempos que corren mucha gente utiliza el “digo bien”, cuando dice mal. ¿Cuesta mucho que digan, cuando se equivocan, “perdón”, “disculpe”, “rectifico”, o sencillamente “dije mal”?
A ver qué dice nuestro académico Juan Evangelista Aguiar Benitez, mi compadre, sobre estos "aportes" al castellano paraguayo de parte de nuestros locutores de radio.
Veamos algunas palabras y frases pronunciadas, hasta con obsesivo deleite, por los locutores radiales paraguayos:
“Realmente”: Una suerte de comodín. Una o dos frases y aparece, como salvando la idea. “...realmente”. Cuando ya no queda manera de explicar, allí está “realmente” para salvar lo insalvable. Cuando se quiere acusar, criticar, desprestigiar, “realmente” es la tabla salvadora. Realmente nada hubiera sido la libertad de prensa sin esta mágica palabra.
“Vergüenza”: Desde que lo expulsaron a Alfredo Stroessner es otra palabra favorita de los locutores. Claro, va acompañada por el artículo definido “una”. Un “es” por aquí y otros signos de admiración por allá, completan el menú. “¡Es una vergüenza!”. A partir de ahí, hacia cualquier parte. La frase encaja a un bache, a un chofer de ómnibus, a la ANDE, a COPACO, a ESAP, a los inspectores municipales, a la Aduana, a la Policía, a los huelguistas, a los proveedores de carne, al réfere, al marido celoso, al cachaquero, al presidente del Congreso Nacional, al proveedor de combustible, al diputado, al senador, al ministro, al Presidente de la República (bueno, éste ya no tiene remedio), a todos los funcionarios públicos, a los baldíos con yuyales, a las basuras amontonadas en las calles, a los niños de la calle, a los peajeros, a los políticos (¿cuando no?), al dólar porque sube o porque baja, a los sojeros, ganaderos, campesinos sin tierra, taladores de montes, curas (porque si o porque no), embajada norteamericana, embajada paraguaya en España, préstamo chino; ¡uf!, ¡una ver – guen – za!
“Realmente, una vergüenza”. Bueno, esto ya es un cóctel molotov. Va y viene como trompada de loco.
“Paraguayidad”: No figura en el diccionario de la Real Academia Española pero en el Paraguay locutores y oyentes usan a tutiplé. Sería algo así como paraguayismo. “...las ilusiones de la nacionalidad”, diría el periodista paraguayo Sindulfo Martínez, que nuestros locutores convertirían en “las ilusiones de la paraguayidad”.
“Este país”: En casi 19 años de expresar lo que se le ocurra a uno, todavía muy escasos locutores dicen “nuestro país” o, mejor, “mi país”. No. Como abriéndose de todo compromiso prefieren “este país”; como si miraran desde arriba, como si no caminara por sus calles, sus ciudades, sus pueblos; como si no comiera su locro, sus empanadas o asados; como si no durmieran bajo los techos de las casas levantadas en su territorio; como si no se alumbraran con la energía eléctrica que viene de sus ríos. “Este país”, como si fuera más elegante, menos comprometedor, más democrático. Los locutores de este país....
“Digo bien”: Cuando el locutor de radio se equivoca repite la frase y , sobre la marcha, le dice al oyente que dijo bien. “El toro...el loro...digo bien”; “El hermano...el primo...digo bien”. Se equivoca y nos quiere hacer creer que dice bien. Los locutores de antes sencillamente pedían disculpas o perdón por equivocarse; ahora, nos dicen que dicen bien cuando dicen mal. En los tiempos que corren mucha gente utiliza el “digo bien”, cuando dice mal. ¿Cuesta mucho que digan, cuando se equivocan, “perdón”, “disculpe”, “rectifico”, o sencillamente “dije mal”?
A ver qué dice nuestro académico Juan Evangelista Aguiar Benitez, mi compadre, sobre estos "aportes" al castellano paraguayo de parte de nuestros locutores de radio.
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