Y, como dice la canción, "la distancia es como el viento / apaga los fuegos pequeños y aviva los más grandes", el fuego entre ambos ya era muy grande por lo que, contra todo pronóstico, volvieron a juntarse y siguieron juntos. Viajaron a Buenos Aires y grabaron un disco; claro, ella acompañada de la madre. Se casaron. Luego vinieron a España y de eso ya han pasado 48 años.
Les frecuenté y no me costó para nada, como no costaría a nadie, ser amigo de ambos. Es que Alma y Jhonny, almas gemelas, son encantadores. Son sencillamente un regalo de Dios. Me fascina los comentarios de Alma sobre sus cosas cotidianas: de su devoción a la Virgen de Caacupé; de su pasión "por volar bajo" al mando de su automóvil (en la foto, ella conduce por las calles de Madrid y, su lado, el marido); de la sabiduría de Jhonny sobre informática; de cuando hablan de sus hijas y de sus nietos, etc.
De vez en vez acompaño a la pareja a un restaurante, una presentación artística en algún lugar de España o a charlar sobre mil temas, en medio de carcajadas por las divertidas ocurrencias de ambos.
Es que yo tengo la suerte de ser el amigo de Alma y de Jhonny fuera de los escenarios a donde todavía suben con mucha frecuencia y con el mismo exito de tantos atrás. Si se sabe cuanta energía tienen "Los 3 Sudamericanos", del cual forman parte, en persona, de entre casa, sin cámaras y micrófonos, todavía son mucho más. ¿Cómo no sentirme honrado ser amigo de esta preciosa pareja?
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